V-Note Ensemble: La V de Venezuela armonizando en California



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Por Gerardo Guarache Ocque 

El V-Note Ensemble es el retoño de una pasión. La pasión que acompaña cada arpegio de Jackie Rago, una multiinstrumentista caraqueña que comenzó a los 4 años de edad una carrera sin descanso por los entresijos de la tradición sonora de su país y que, al marcharse de Venezuela, mucho antes de que la palabra ‘diáspora’ se instalara en nuestra jerga, se llevó esos ritmos en una maleta porque no se concebía sin ellos.   

Rago, ejecutante del cuatro, la bandola y la mandolina y percusionista formada por maestros como Alexander Livinalli, no encontraba, en el rincón de California en el que se estableció, compatriotas para contar tres y comenzar un joropo, un merengue caraqueño o una onda nueva. De modo que contagió a sus colegas estadounidenses y logró el milagro: ellos también se enamoraron.  

Primero, la semillita criolla germinó en la costa oeste de Estados Unidos y dio origen a The Snake Trío, una agrupación que, después de dos álbumes, se desarrolló como una crisálida que se convierte en mariposa y devino en el V-Note Ensemble para insistir en el mismo experimento: pasar la materia prima del folclor venezolano por un barniz de jazz y música contemporánea.

Conexión (2019), tercer trabajo del ensamble —aunque bien podrían sumarse a la lista los otros dos del Snake Trío— refleja un acercamiento hacia la música venezolana que no es superficial. No es el capricho de un curioso que prueba la temperatura del agua en la playa sumergiendo los dedos de los pies. Es más bien una inmersión, un chapuzón, un clavado a cuerpo entero que no se conforma con el repaso de estándares sino que propone ideas nuevas.  

La agrupación se alimenta de composiciones inéditas que aportan, en su mayoría, Rago y la estadounidense Donna Viscuso, flautista, saxofonista y principal aliada de la caraqueña en esta misión que ya lleva más de 16 años en marcha. En la formación están también Daniel Feiszli, un bajista que ha tocado con gente como Raoul Midon, Julio Iglesias y Raúl Di Blasio, responsable de una base particularmente elegante; y Michaelle Goertlitz, una percusionista que, a pesar de que respeta los patrones formales, reviste el sonido de cierto cosmopolitismo.

Viscuso es autora de Pensivity, un merengue caraqueño lento pero merengue al fin, creado en compases de 5 por 8; esa estructura estrictamente venezolana con un frenadito pícaro que suele poner a solfear a músicos extranjeros. También aportó un chacha llamado Chasing Spring, que pone de relieve sus colores caribeños. Rago, desde las cuerdas de su cuatro, es la encargada de espolvorearle la esencia de venezolanidad. 


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En sus dos trabajos anteriores, Rago había compuesto sendas suites: una de merengue para The V-Note Ensemble (2009) y otra llamada jazz-nera para Urbano (2014), con arreglos de ella junto con Viscuso y Sam Bevan, ex bajista del grupo. Esta vez, la suite se concentró en la costa afrovenezolana y ató un golpe tradicional originario de Todasana, estado Vargas, titulado Mono mono (en el que participó como invitado el percusionista Yonathan Gavidia), con un canto de sirena de Llamado a San Juan (en la voz de Rago) y un sangueo que llamó Venezuela Venezuela. Allí resalta y emociona, como es costumbre, la voz de Betsayda Machado.

Venezuela Venezuela la compuse como protesta —cuenta Jackie Rago—. Pero decidí ser más positiva que otra cosa. Es una canción nostálgica que me recuerda su playa, su brisa, su gente, su belleza natural. Me recuerda su música, con cumacos y maracas. Tocamos ese ritmo de la costa, que es tan sabroso, pero tratando de llamar la atención por lo que está pasando ahora”.

Los dos temas conocidos de Conexión, que vistieron el traje dual de elegancia y exotismo del V-Note Ensemble, son And I Love Her, de Lennon y McCartney, que se va pasando el switch —sin que se sienta una fractura— del vals al joropo y después a la onda nueva; y Blue in Green, de Miles Davis, cuya adaptación al merengue venezolano fue idea del bajista, Dan Feiszli.  

Red Gladiolas es una de las joyas más brillantes del disco. Es una pieza de Rago inspirada en la música de Aldemaro Romero, tocada con bandola a dedo limpio —sin púa, como suele tocarse—, que pareciera idónea para comprender el concepto del ensamble. Su autora dice que siempre tiene gladiolas en casa porque “traen color, alegría y son vibrantes”. Lo mismo podría decirse de su canción.   

Foa Aissim guarda una historia agridulce de fondo. Es una obra que sufrió una metamorfosis. La composición original de Erika Luckett, gran amiga de la agrupación, fue escrita como choro brasileño, pero ellos decidieron adaptarla nota por nota a los rigores de un merengue venezolano. Luckett se había mudado a Ohio para un tratamiento contra el cáncer y, sin planificarlo, llegó de visita a California precisamente el día en el que el V-Note grabó su creación. Meses después murió, y allí quedó esa simpática tercera pista del disco, perpetua, en su honor.

Calip-Swing responde exactamente a lo que su título sugiere: combina el desparpajo del calipso con la prestancia del swing. Es una colaboración de Rago y Viscuso que terminó en la voz de la invitada Anna María Violich, una cantante que, por su origen guayanés, a ellos les pareció perfecta para interpretar esas líneas carnavalescas que cierran el álbum con los ánimos arriba.

“Yo seré una estudiante de la música venezolana hasta que me muera”, confiesa Jackie Rago, motor de un ensamble que encara lo criollo como si fuera una sonata de Brahms. Una amiga suya definió la música del V-Note Ensemble como pop chamber music, y a ella le gustó tanto la etiqueta, que promete usarla en el futuro: Música popular de cámara.

Esa sutileza, ese equilibrio entre la rigurosidad académica y el desparpajo de lo autóctono, fue lo que convenció a un productor llamado Phil Lewis, que un día los vio tocar y les ofreció grabar el álbum al que dedicamos estos párrafos. Es un representante de The Maginus Project, una organización sin fines de lucro que apoya grabaciones de altísima calidad que suponen un aporte cultural significativo a Estados Unidos. Así fue como Rago, Viscuso, Goertlitz, Feiszli y sus colaboradores llegaron a los estudios Fantasy Records de California a registrar otro ejemplar de su particular lectura de la música de Venezuela.