El chance de Luis Enrique y C4 Trío


Por Gerardo Guarache Ocque

El álbum de Luis Enrique y C4 Trío estaba listo. Tiempo al tiempo ya era una obra redonda, de ocho capítulos, que terminaba anímicamente arriba, describiendo una curva emocional de romances y nostalgias, de dolor y esperanza. Las canciones, nuevas en su mayoría, cumplían el objetivo: traducir en sonidos la hermandad del ensamble con el salsero nicaragüense, triunfante en su aventura de cantar en clave venezolana. Todos estaban conformes. Todos menos el productor y bajista de C4, Rodner Padilla.

 El deadline de Tiempo al tiempo, ya en proceso de mezclas, estaba a la vuelta de la esquina cuando aceptaron ofrecer su primer concierto juntos en una edición de lujo de Guataca Nights en Houston. Lo lógico hubiese sido tocar con el álbum en las manos. Pero ellos querían probar el material en tarima y así lo hicieron el 28 de abril.

Antes, a modo de juego en Miami, habían tocado en ritmo de joropo Date un chance, uno de los hits salseros de Luis Enrique escrito por el panameño Omar Alfano. Es una suerte de arenga de un amigo preocupado por los excesos de alguien valioso pero descarriado. Padilla llevaba una espinita molestándolo cuando volaba hacia Houston. Sentía que al álbum le faltaba algo. “¿Y qué tal si grabamos esa?”, se preguntaba. Conversando con Vladimir Quintero, entre nubes, el ingeniero le comentó que conocía un estudio allí. En el avión, el productor pagó para conectarse a Internet y tantear la posibilidad.  

Dado que muchos de ellos viven en diferentes ciudades y que suelen tener sus agendas copadas, la cita en Houston era una oportunidad de oro para volver al estudio. Estarían presentes todos menos Edward Ramírez, que no pudo viajar y enviaría sus aportes desde Medellín, Quito y Caracas. Pero había un detalle importante: el único chance de grabar era después del show, pasada la medianoche.

En 2015 la Miami Symphony Orchestra que dirige el venezolano Eduardo Marturet organizó un concierto venezolanísimo. Actuaron Huáscar Barradas, María Rivas, Karina, Ilan Chester y la bailaora Siudy Garrido, y también Paloma San Basilio, Lena Burke y Luis Enrique. Apenas C4 Trío fue invitado al evento —cuyo lema era Venezuela ¡es mucho más!— los músicos le preguntaron a su mánager Soraya Rojas si era posible compartir tarima con el nicaragüense, que desde siempre ha gozado de su admiración. El deseo se les cumplió y tocaron De repente de Aldemaro Romero. C4, además, tuvo su oportunidad de dejar boquiabierto al público que ese 5 de julio celebró la venezolanidad en el Bank United Center de la Universidad de Miami.

 C4 quedó grabado en algún rincón especial de la memoria de Luis Enrique: “Me impresionó de ellos su destreza, su musicalidad y, sobre todo, su nivel de riesgo a la hora de plantear una nueva manera de tocar ese instrumento, llevándolo a un nivel de ejecución magistral, lleno de influencias, sin perder su raíz pero sí proponiendo otras cosas”.

 Pasó el tiempo y el artista quería el cuatro de Jorge Glem en una pista de lo que sería un disco acústico, distinto a lo habitual, que apenas cobraba forma. Él y C4 se reencontraron para compartir en una producción del cantautor Jorge Luis Chacín llamada Candela, que, gracias a su sabor y a un videoclip distendido, se movió ágilmente por redes sociales. Mientras trabajaban juntos, llevado por el buen feeling, el ídolo decidió que mejor construía aquella canción, titulada Suéltame, con C4 Trío en pleno. Poco después, subió la apuesta: “¿Por qué, en vez de una canción, no grabamos un disco completo?”

 El ciclo creativo de Tiempo al tiempo comenzó con Suéltame y también con Sirena, dos canciones que Luis Enrique escribió con Fernando Osorio, creador de hits como La negra tiene tumbao de Celia Cruz, y recordado por el dúo Fernando y Juan Carlos. El concepto de Tiempo al tiempo, en el fondo, es un sendero que conecta esos dos sonidos: el de Suéltame, donde Luis Enrique camina hacia el joropo; y el de Sirena, que obligó a C4 a aproximarse a la salsa.

 Sirena fue aderezada con condimentos brasileños realzados por la armónica sublime de Gabriel Grossi, un astro que ha tocado con algunos de los más grandes de Brasil. Digamos Chico Buarque, María Bethânia, Ivan Lins, Djavan, Milton Nascimento y, sobre todo, Hamilton de Holanda. En ambas piezas relucen sendas virtudes: la de C4 para convertir los cuatros, no sólo en vehículos de géneros venezolanos sino en instrumentos útiles a otros discursos; y la de Luis Enrique para preservar su esencia, la elegancia de su canto y la pegada del artista pop exitoso, sin importar la base sobre la que esté cantando. 

 En el medio, estarían otras dos canciones: La tonada de la melancolía, que no es de Simón Díaz sino de César Gómez y que el nicaragüense interpreta como si hubiese vivido siempre en el llano venezolano, entre el ganado y el horizonte, entre el ordeño y la siembra; y Añoranza, una contradanza zuliana que deviene en gaita de tambora, compuesta por Luis Enrique, Padilla y Héctor Molina con Jorge Luis Chacín, a través de la cual todos los involucrados manifiestan su pesadumbre y sus deseos de cambio frente a la difícil situación política y social que atraviesan Venezuela y Nicaragua.

A la lista se sumó Ay de mí, un joropo delicado, con maracas del maestro Juan Ernesto Laya, que comienza con un golpe de chacarera argentina y que es lo primero que se encuentra el público cuando da play al disco. Se agregaron dos piezas instrumentales, una de ellas con una energía contagiosa, bajo la cual duerme una historia de cariño y admiración: ese tema, Vértigo, lo dejó Gustavo Márquez, ex bajista de la agrupación que murió en 2018 a sus 28 años de edad. La otra, Merengue Today, autoría de Glem, es un merengue caraqueño cruzado con son cubano, que ya fue grabado en otro formato recientemente en Stringwise, el disco que el cuatrista cumanés hizo con el pianista cubano César Orozco. También surgió Tiempo al tiempo, una pieza con cualidad de hit, grabada con sampleos a modo de hip hop, que pareciera escrita para Guaco y que hubiese sido el epílogo de no ser por el empecinamiento de Padilla.


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Todos pusieron mala cara cuando Rodner llegó con la idea de salir corriendo, agotados del viaje, los ensayos y el concierto, a grabar una canción más en Beltway, un estudio ubicado a unos 15 minutos del Aeropuerto George Bush de Houston. “No, way! Are you crazy, man?”, le dijo el productor ejecutivo Julio Bagué, que llegó directo de unos premios Billboard en Las Vegas. Pero Padilla se mantuvo firme: “Escúchalo en el concierto y hablamos”.

 Quienes llenaron el local Mo’s Place esa noche tuvieron el privilegio de ver y oír la obra en construcción y de presenciar a los propios artistas sorprendiéndose ante el efecto que el experimento tenía en su audiencia.

 Cuando arrancó Date el chance en joropo, Luis Enrique, allí, frente a la gente, dijo: “¡Escucha, Julio!”. Él ya estaba convencido del bonus track. En el fondo, en una pantalla, se juntaron la bandera blanquiazul nicaragüense y el tricolor venezolano. El público, feliz, zapateó, marcando los dos golpes del joropo, y acompañó los coros. Una vez que cerraron con ese bis, salieron directamente a grabarlo. 

 El estudio los recibió a la 1:00 am. La grabación se organizó de acuerdo a las horas de vuelo de cada uno. Jorge Glem viajaba primero. Dejó su parte, agarró su maleta y se fue al aeropuerto. Y así fueron haciendo los demás. Cuando tocó registrar la voz de Luis Enrique, eran más de las 3:00 am. Los últimos salieron al amanecer. Fue una experiencia nueva para todos. Luis Enrique, un artista con más de 30 años de carrera y más de una docena de álbumes, ganador de Grammy y de casi todos los premios de la música latinoamericana, tiene ahora, además, una anécdota disparatada que contar.