Ella: Un monumento a la mujer latinoamericana hecho de violín y piano


Daniela Padrón y Glenda E posan para el disco "Ella"

Daniela Padrón y Glenda del E obedecieron una sola regla: Construir un repertorio únicamente a partir de grandes canciones de mujeres latinoamericanas. No les importó la época en que fueron concebidas. No hubo distinciones de ritmo, género ni estilo. Si fue pop o clásico, si fue un hit radial o sirvió de materia de estudio sesuda de academias, ellas mordieron todo con el mismo apetito. También se permitieron expandirse en orígenes y nacionalidades, siempre y cuando las creadoras se circunscribieran al mapa de la América hispanoparlante. En una sola frase, Ella (2022), el álbum del flamante dúo de la violinista venezolana y la pianista cubana, es un gran monumento a la mujer latinoamericana.

Ninguna de las dos había escuchado mucho a Gloria Trevi, pero de la controversial estrella mexicana escogieron una pieza llamada “Dr. Psiquiatra” para abrir la obra. La melodía y el ímpetu de la grabación original les sirvió de materia prima para un experimento. Daniela había visto al excéntrico dúo musical humorístico Igudesman & Joo usar un batidor de mano sobre las cuerdas del violín. De allí se inspiró para el intro, tras el cual comienza a insinuar el motivo en pizzicato hasta que Glenda se le une y, juntas, se embarcan en una charla de mensajes y respuestas sorpresivamente roquera. El rock no necesita baquetazos agresivos ni guitarras distorsionadas para ser rock.   

Portada del disco Ella, de Daniela Padrón y Glenda del E

Acentuando el enorme rango estilístico que abarcaron las artistas, la octava pista del álbum corresponde al “Polo” de la Suite Criolla de Modesta Bor (1926-1998), compositora fundamental en la historia de la música académica y coral de Venezuela. Como es una pieza escrita exclusivamente para piano, la adición del violín de Daniela, quien la escuchó desde niña interpretada por su madre, la pianista Olga López, tiende a resaltar su belleza, a expandir sus relieves, subrayando el joropo y la denominación de origen de ese conjunto de notas.

La idea de los productores Larry Coll y Julio Bagué, mentes maestras detrás de la obra, ofrecía enormes libertades. Pero con ellas venían grandes retos. El primero: ¿Cómo escoger una decena de episodios de la vasta inmensidad de la creación musical de las mujeres de la región? El otro: ¿Cómo homogeneizar todo ese contenido variopinto y disímil en una sola obra, que no resultara amorfa y esperpéntica?

La gran virtud de Ella es precisamente la delicadeza de los arreglos, que buscan aprovechar los recursos de cada instrumento y diversificarse para cubrir la ausencia de la palabra. El piano, aportando su amplitud desde la tecla más grave, percusivo y armónico. El violín, vehículo de melodías y texturas. A pesar de ser una propuesta minimalista, un dúo instrumental, el resultado es poderoso y monumental. Ante tal calidad de ejecución, de vez en cuando conviene desnudarse de todo traje orquestal, dejar de lado los contornos para ir directo al lomito.

Ambas artistas provienen de familias muy musicales. Ambas son producto de una estricta preparación académica. Y ambas dejaron sus países en tiempos recientes para establecerse al norte del contiente. Daniela Padrón, lo hizo desde Caracas, donde se formó entre la Escuela Experimental de Música Manuel Alberto López y el Mozarteum, para describir un recorrido artístico que ya cuenta con cuatro álbumes, incluidos Bach to Venezuela (2016) y +58 (2020), que escarban en la venezolanidad planteada desde la rigurosidad de lo clásico. Y Glenda del Monte Escalante, salió de su Cuba natal desde muy jovencita para estudiar en el Royal Conservatory of Music de Toronto y, más adelante, establecerse en Miami, donde enseña en la Let It Beat Music Academy que dirige el gran músico argentino Guillermo Vadalá y donde lleva adelante su proyecto Q-Ban Mixology, del que editó un álbum homónimo en 2010. Además, cabe mencionar un pequeño dato mayúsculo: Desde los tiempos del tour de Sirope (2015), así como en la gira actual, Glenda del E ha pertenecido a la banda de un tal Alejandro Sanz

Las artistas comenzaron comunicándose de manera espontánea a través de redes sociales. Tocaron juntas y experimentaron esa química que sirvió como condimento secreto para el resultado del álbum. De cada una brota inevitablemente el sonido de sus respectivos orígenes. Daniela pone el joropo, el merengue y el gustito venezolano, que se lee entre las líneas en una versión de “Bésame mucho” (Consuelo Velásquez) grabada en un patrón muy jazzístico, tipo el “Take 5” de Dave Brubeck. De Glenda salen el montuno, el son y esa improvisación pícara y virtuosa que reluce en piezas como “Babalú” (Margarita Lecuona), herencia de una brillante escuela de pianistas.

El álbum experimenta altibajos anímicos. De la altiva y señorial “Fina estampa”, de la peruana Chabuca Granda, pasa a la melancólica “Qué sabes tú”, de la puertorriqueña Myrta Silva. Y tras la frenética “Te aviso, te anuncio”, de una autora colombiana de apellidos Mebarak Ripoll, que de pronto conozcan por el nombre de Shakira, aterriza en “Pecado”, una pieza dramática y telenovelesca de la locutora y cantante mexicana Cynthia Bagué, que grabaron a modo de bambuco. 

A “Noche de ronda”, popularizada por Agustín Lara pero cuya hechura se atribuye a su hermana, María Teresa Lara, la encararon como un nocturno de Chopin. El piano avanza solo al principio, danzante, sin apuro, hasta que el violín se le une en medio del salón como una pareja elegante que entrelaza dedos y brazos para entregarse a la belleza de una canción.

“New Habana” es original de la propia Glenda del E y, al tiempo que cautiva por su sonoridad, le permite a la pianista mostrar todo (o casi todo) lo que es capaz de hacer con el instrumento.

La última pieza de Ella, la 11, no podía ser otra porque nunca hay más que decir una vez que suena. “Gracias a la vida”, el himno de la gratitud de la chilena Violeta Parra, fue registrada en un ambiente emocionalmente cargado. Tras varias tomas correctas pero no suficientemente sentimentales, Julio Bagué, el productor, le pidió a Daniela pensar en su madre en un futuro, en 10 ó 15 años. Con eso en mente, la violinista entregó una interpretación desgarradora, conteniendo las lágrimas, que quedó en la mezcla definitiva de un álbum que provoca presenciar en directo y que, de una vez, promete dos o hasta tres entregas. Ya veremos… u oiremos.