Un templo de la cultura venezolana en ruinas



La fachada de la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas es hoy sólo una fachada, un cascarón que tapiza los escombros de su interior. Foto: Cortesía

La fachada de la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas es hoy sólo una fachada, un cascarón que tapiza los escombros de su interior. Foto: Cortesía

Por Eudomar Chacón

Evencio Castellanos, Juan Bautista Plaza, Antonio Estévez, Modesta Bor, Antonio Lauro, Alirio Díaz, Inocente Carreño, José Antonio Abreu… No es sólo una lista de conspicuos personajes de la historia musical de Venezuela. Todos ellos tienen en común otro dato biográfico. Todos estudiaron en ese palacio entre las esquinas de Veroes y Santa Capilla, en el centro de Caracas. Todos pasaron por esa edificación en la que brilló la batuta del maestro Vicente Emilio Sojo, que adoptó el nombre de Escuela José Ángel Lamas y fue siempre un templo de la cultura venezolana. Un templo que a 150 años del punto cero está en ruinas.

#SalvemosLaLamas es la etiqueta que usan sus miembros buscando alertar al país, a través de sus redes sociales, de la situación deplorable de un espacio que fue decretado Monumento Histórico Nacional el 1° de abril de 1976. Un espacio que también sirvió para que Sojo formara a una generación de compositores del canto coral de lo que se conoce como la Escuela de Santa Capilla, por lo cual la institución, a mediados del siglo XX, era llamada “el milagro musical de América”. El palacio, además, fue hasta 1869, cuando se convirtió en el Conservatorio de Bellas Artes, la residencia de Luisa Cáceres de Arismendi (1799-1886), prócer de la independencia cuya ilustración circula hoy en billetes venezolanos. Es la Casa N°1 de Caracas, donde está la piedra fundacional de la capital venezolana.

En labores de restauración, realizadas directamente por el Gobierno del Distrito Capital, la estructura sufrió daños sustanciales, por lo que la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (FEDE), comisionada por el Instituto de Patrimonio Cultural, intervino e inició otro proyecto de restauración, liderado por el arquitecto Carlos Quiñones, que consiste en la construcción de bases fundacionales para un edificio anexo en la parte posterior de la escuela. La primera fase concluyó, pero los trabajos no continuaron por falta de recursos.

Profesores, alumnos y personal administrativo fueron traslados provisionalmente al sótano 2 de la Biblioteca Nacional, mientras se cumplían las obras, pero han pasado cinco años desde entonces y la escuela persiste, a duras penas, en un lugar inadecuado que, entre otras reformas que serían necesarias para garantizar unas mínimas condiciones para la actividad musical y académica, no fue insonorizado y tampoco le fue instalado un sistema contra incendios. En agosto, el aire acondicionado dejó de funcionar, por lo que las clases se pararon y a duras penas trabaja el personal administrativo.

“El maltrato hacia la escuela es simplemente criminal”, dice un docente que prefiere permanecer en el anonimato. Cuenta que recientemente el Estado asignó recursos para el mantenimiento de la Plaza Bolívar y parte del casco histórico de la ciudad, pero que el presupuesto sólo cubrió hasta la Basílica Menor Santa Capilla, justo al lado de la escuela de música: “Siempre nos han dejado por fuera”.

La fachada de la Escuela José Ángel Lamas es hoy sólo una fachada, un cascarón que tapiza los escombros de su interior. La escuela pareciera una alegoría de la situación actual de la cultura venezolana. Un templo por cuyas paredes y pasillos se respiró tanta música, tanta cultura y tanta historia, donde estudió incluso el gran maestro de arte plástico Armando Reverón, corre el riesgo de convertirse en una mera anécdota.