Mundos Unidos: Una celebración de la identidad mixta de Patricia Moreno


FOTOGRAFÍA: Cherie Hansson

Arnoldo se fue a Austria a los 17 años desde su tierra natal, Mariara (Carabobo), becado por el Rotary Club para estudiar guitarra clásica. Allá conoció a Gabi, una austriaca con la que se estableció en Kapfenberg. En ese pueblo de los Alpes ubicado a un par de horas de Viena, criaron al fruto de su encuentro, su hija Patricia Moreno, una cantante y compositora que ha cristalizado su identidad mixta en un EP titulado Mundos Unidos (2024).

“Mundos unidos”, la canción que le da título al álbum, es una suerte de fiesta genealógica de la artista, actual maestra de canto de la Universidad Mozarteum de Salzburgo. La pieza, que deposita delicadas polifonías —su propia voz multiplicada— sobre un joropo armado desde una robusta base jazzística, lleva consigo un mensaje colorido, positivo y dulce, que se extiende por todo el EP. 

«Vengo de dos mundos diferentes —dice Patricia en un castellano que aprendió con el tiempo, a pesar de que estaba en el ambiente. Su primera lengua es el alemán—. Esos dos mundos se manifiestan en mí. No soy ni lo uno ni lo otro, sino una mezcla de ambas culturas. Es una llegada al momento y al espacio de mi vida en el que puedo decir: ‘Ésta es quien soy’. Me permite reclamar mi lugar en este mundo como mujer, como artista, como ser humano. Tengo curiosidad por saber a dónde me llevará este camino». 

Por influencia de su padre, Patricia siempre había estado atraída por la música venezolana y latinoamericana; por grandes composiciones de maestros como Antonio Lauro o Simón Díaz. Había probado en el pasado canciones como “Quinta Anauco” de Aldemaro Romero. También había interpretado “Mi tripón”, de Otilio Galíndez, incluida en su álbum Latin Roots (2007). Y tras Pure (2016), su otro trabajo, eminentemente jazzístico y grabado junto al pianista austriaco Paul Urbanek, decidió que era hora de zambullirse de cabeza en un proceso creativo cuyo resultado sirviera como autorretrato, como un traje que representara su cultura híbrida. 

Para el acabado de los temas, se apoyó en su productor, el trompetista formado en el Sistema de Orquestas y nominado a Latin Grammy Chipi Chacón, quien no sólo le sirvió como guía en su exploración de ritmos de raíz tradicional venezolana y su combinación con jazz y pop, sino que se encargó de los arreglos de metales. Sus creaciones encontraron en esa mezcla de ritmos y timbres un exótico vestido. «Chipi captó perfectamente qué necesitaban mis canciones», afirma.   

Si “Mundos unidos” se construye sobre joropo, “Niñas arriba (Rise Up Girls)”, un canto a la hermandad entre mujeres, que encierra una muestra de admiración por quienes la preceden y un espaldarazo por quienes tomarán la batuta del futuro, se basa en tambores de San Millán, patrón afrocaribeño de las costas venezolanas. Niñas, hermanas, mujeres, levanten su voz/ para romper juntas todos los obstáculos, dicen unos coros que se apoyan en cuatro voces infantiles que traen luz y candidez.  

Moreno y Chacón trabajaron virtualmente por meses hasta que finalmente se dieron cita en los Jazztone Studios en Valencia, España, frente a la cónsola del ingeniero Sebastián Laverde. El propio Chipi grabó trompetas y flugerhorns, mientras que Javier Vercher se encargó del saxo tenor. Su padre, el experimentado multiinstrumentista Gerardo Chacón, tomó el contrabajo y el bajo eléctrico, y su hermano mayor, el gran flautista Eric Chacón, también colaboró en una de las piezas. A la alineación se sumaron el pianista Cristian Letelier y el baterista Johnny Gómez, quien añadió partes de percusión y quitiplás.

El propio Chipi hizo una participación especial en la salsa elegante “Mariposa Roja”, que adorna la guitarra eléctrica de Rubén Márquez. El otro invitado de lujo de Mundos Unidos fue el galardonado cuatrista Miguel Siso, quien colaboró en “Canto a mis raíces”, un tema que evoca sonidos de Guayana —de donde es el músico— a través del calipso. Todas van ornamentadas por arreglos vocales que aparecen como flores por aquí y por allá, desde la voz de la propia Patricia.  

En medio del EP, de cuya mezcla y mastering se encargó Germán Landaeta desde los Phaseland Studios de Miami, ella interpreta una “Elegía” que pone aún más de manifiesto algo notorio en toda la obra: la calidad interpretativa de una cantante formada entre la Universidad de Música de Viena y el Conservatorio de Viena. 

Patricia también estudió durante un año en la Berklee School of Music de Boston, donde compartió con referentes como Bobby McFerrin, genio que seguramente disfrutaría del tema que cierra la obra, “Río (Canción de cuna)”, donde la voz principal camina sobre una suerte de manta vocal, un tejido fino desde el alma de una artista que encontró en la música el puente entre sus dos patrias. 


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