Por Gerardo Guarache Ocque
Un ensamble nació en el Siglo XXI para preservar tradiciones del XX. Y aunque ese cuarteto llamado Los Sinvergüenzas germinó en Mérida, se dedicó a recoger, con delicadeza, rigurosidad y gracia, los sonidos de Venezuela entera. El álbum, que conmemora sus 20 años de fidelidad a un concepto estilizado y bien atado a la raíz tradicional, se hace público cuando está a punto de languidecer el título de la obra: 2020.
La fachada, ingenio de Alejandro Calzadilla, uno de los diseñadores que cambió la estética de los álbumes de música venezolana, irrumpe en redes sociales en vísperas de Navidad aunque la obra no se insertaría necesariamente en una banda sonora decembrina. Una palmera con una piña, unos mangos, un racimo de cambures y un pájaro solitario anuncian una fiesta sin vergüenza —a distancia, como casi todas las fiestas de este extrañísimo 2020—. No gozarán de un concierto ni de una reunión con amigos y colegas. La suya será una celebración a destiempo desde muchos lugares, de todo aquel que ingrese a su plataforma digital y haga este recorrido de 12 canciones que pasan por danza, merengue, onda nueva, bambuco y joropo.
Los Sinvergüenzas son una agrupación que surgió de un regaño tras el cambio de milenio. Todos se asomaban desde sus refugios para cerciorarse de que el Y2K no generaría un cataclismo de proporciones apocalípticas, cuando los jóvenes Héctor Molina, Edwin Arellano, Sergio Torres y Raúl Picón se subieron al escenario del Aula Magna de la Universidad de Los Andes a tocar por primera vez. Gilberto Rebolledo, director de la Escuela de Música de esa casa de estudios, olfateó el carácter improvisado de la presentación y les reclamó la falta de ensayo: «¿No les da vergüenza?»
Ellos ataron ese jalón de orejas con El sinvergüenza, el famoso merengue compuesto por José Antonio Naranjo que tocaba El Cuarteto y decidieron bautizarse como así: Los Sinvergüenzas. Tiempo después, Torres y Picón serían sustituidos por Heriberto Rojas y Raimundo Pineda y así comenzaría una carrera apoyada en álbumes como Bichoneando (2001), Desde otro lugar (2007), Sinvergüensuranzas (2011) y Raíces (2013), con una participación memorable, hoy antológica, en el álbum en directo de la Movida Acústica Urbana, editado en 2009 junto a agrupaciones hermanas como C4 Trío, Kapicúa, Kamarata Jazz, EnCayapa y Nuevas Almas.
De tocar bastante música de El Cuarteto, de Raíces de Venezuela, del Ensamble Gurrufío y de Aquiles Báez, Los Sinvergüenzas pasaron a crear sus propios temas. Se convirtieron en grandes compositores, a tal punto que uno de sus planes próximos es editar un libro de sus partituras, conscientes de que la música es una carrera de relevos sin fin.
La calidad compositiva se reflejó en 2020, su quinto trabajo, que no es un compilado de éxitos ni una selección de reversiones. Los Molicasa, una danza entrañable que su autor, el cuatrista Héctor Molina, ya editó en su disco como solista, Giros (Guataca, 2018), es la primera del álbum. Del multiinstrumentista Edwin Arellano, que tocó la guitarra y la mandola —híbrido de mandolina y bandola—, escogieron el merengue Retrato de una dama y el bambuco Mi princesa del bosque, en el que Molina grabó un tiple. Y el flautista Raimundo Pineda, cuya destreza deja pinceladas coloridas por toda la obra, aportó otro merengue, más bien taciturno, llamado La cartilla.
Para celebrar —y variar— convocaron a voces invitadas que engalanaron la obra. Luisana Pérez participó en el merengue de Leonel Ruiz titulado Quedas tú. Francisco Pacheco cantó Las malas lenguas, gaita oriental de José Delgado. Guillermo Carrasco colaboró con una exquisita versión de Carretera, clásico de Aldemaro Romero. El pasaje Cantaban todos los gallos, de Juan Vicente Torrealba, lo interpretó Annaé Torrealba, hija del maestro. Cecilia Todd se encargó de Un ramito de mejorana, composición de la cubana Liuba María Hevia. Y el cultor llanero Vidal Colmenares hizo La fiesta joropera de César Gómez.
A esas sumaron más números instrumentales: Tranquilamente, un tipo leal, vals de la pluma de Germán Darío Pérez; y Sueño de un sinvergüenza, una canción que supone una alegría enorme para los muchachos porque la escribió, especialmente para ellos, el maestro Pablo Camacaro, miembro de Raíces de Venezuela y autor de la inolvidable Sr. JOU.
La diáspora venezolana, consecuencia del dramático deterioro del país, ha golpeado directamente a Los Sinvergüenzas. 2020 fue grabado en Caracas en 2017, poco antes de que Molina y el ingeniero Vladimir Quintero Mora, responsable de buena parte de las sesiones de grabación, se marcharan a Miami; y Raimundo Pineda se fuera a Chicago. Heriberto Rojas ya vivía en Lisboa, Portugal, por lo que el contrabajo lo grabó Carlos “Patón” Rodríguez, quien después emigró a México. Edwin Arellano es el único integrante que permanece en el terruño.
El concierto más reciente de Molina, Pineda, Rojas y Arellano lo produjo Guataca en Miami en octubre de 2018, cuando actuaron acompañados por la cantante Marina Bravo. Durante la cuarentena por el Covid-19, se juntaron virtualmente para rendirle un homenaje a El Cuarteto y al fallecido Raúl Delgado Estévez. A pesar de las circunstancias, el grupo se resiste a perecer. Quiere editar su libro de partituras y, sobre todo, quiere volver a experimentar lo que más le gusta: tocar juntos.