Por Marcy Rangel; El referente de Aquiles Báez está en la memoria del caraqueño por muchas más razones que solamente la música. Su disposición a ser plataforma para que músicos venezolanos anónimos tengan un espacio dónde presentarse se ha convertido en una de las gestiones culturales más sólidas de la empresa privada en el país durante la década que corre, aun en medio de la agudización de la crisis. Esta labor, casi altruista, sumada a las muchas invitaciones que recibe para ser director musical o instrumentista en espectáculos que llevan su música, son parte de la agenda que no permite disfrutar a los espectadores más veces de la complicidad de la guitarra en vivo, en acústico, sólo con ella en el escenario.
Es por eso que existen conciertos como “Solamente guitarra”. Una silla en medio de una sala experimental sirve para que Báez –el maestro– maneje la velocidad de sus dedos a su antojo, con la excusa de recibir a los afectos. Porque este es un concierto con el amor como leit motiv. La única escenografía son cuatro velas (anaranjada, fucsia, amarilla y verde) que anuncian la calidez de lo que viene. Este es un concierto para emocionarse con la ejecución de un instrumento a solas, sin más acompañantes que las 50 personas que escasamente ocuparon la nave central del lugar.
Aquiles Báez acaba de llegar a Caracas de esa ciudad mágica que es Cartagena. El II Festival de Guitarra lo escogió para hacer un par de conciertos y cerrar el ciclo una semana antes de presentarse en el Espacio Plural. En Caracas, el último tema que tocó fue un tributo a la cumbia, a esos tambores que hacen sonar el ritmo caribeño de la costa colombiana todas las tardes en la Plaza Bolívar de la ciudad amurallada. En su guitarra sonaron la tambora, el llamador, el alegre y la guasa sin necesidad de utilizar algún otro artificio que sus manos. Pero antes de llegar ahí, a Colombia, Aquiles Báez hizo guiños a la identidad latinoamericana en otros géneros musicales durante el mismo concierto.
En cada lugar visitado, al menos una anécdota. Beth Carvalho es una de las exponentes más importantes de la samba brasilera y “Samba para una reina” es una ofrenda para esta artista que visitó Venezuela en 2014 y a la que Báez acompañó en sus conciertos. Pero además, el tema es un tributo a la bossa nova, el choro, el bahiao y todos los ritmos de ese país que han marcado su carrera como músico. Lo mismo sucede con el afecto por Argentina. Es poco probable que un artista contemporáneo del continente ofrezca un concierto sin referirse a Astor Piazzolla. El compositor estuvo presente en el imaginario de Báez para escribir “Palastro”, una canción mitad zamba argentina y mitad milonga que continuó a la interpretación de “Zamba de la luna violeta”, dedicada a Juan Quintero.
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En la intimidad cada acorde cuenta. Aquiles Báez se cuida en no soltar el acorde final de cada tema, cuando es apenas vibración, antes de que se confunda con los aplausos. Llega un momento en que la velocidad con la que el maestro recorre las notas más distantes del mástil casi se une con el arpegio. Desde atrás, quien no puede ver la ejecución, se imagina de todas maneras la dificultad técnica: suenan todos los instrumentos que hacen falta en un mismo momento. Y no hay otra cosa que una guitarra conectada a un amplificador y un atril, uno que recuerda poemas.
De pronto, al descender de una hondonada,
«¡Caracas, allí está!», dice el auriga,
y súbito el espíritu despierta
ante la dicha cierta
de ver la tierra amiga.
¡Caracas allí está; sus techos rojos,
su blanca torre, sus azules lomas,
y sus bandas de tímidas palomas
hacen nublar de lágrimas mis ojos!
Caracas allí está; vedla tendida
a las faldas del Ávila empinado,
Odalisca rendida
a los pies del Sultán enamorado.
La lectura de Vuelta a la patria, de Juan Antonio Pérez Bonalde, ha sido uno de los momentos más emotivos del concierto porque, aunque “La Montaña” es un tema que compuso Báez a raíz de su estadía fuera de Venezuela, los versos y la armonía en la guitarra hicieron que ese tiempo diferente se sintiera como actual. “Solamente guitarra” es un concierto que sirve para interpretar un repertorio de canciones que no han sido grabadas, pero que ofrecen un panorama de momentos imborrables en la vida del músico. Y uno de ellos es recordar al Ávila como uno de los más importantes paisajes que conectan a cualquier persona que esté fuera del país con lo suyo, en un momento en el que casi dos millones de personas ya no despiertan a diario en él.
El Aquiles Báez que recuerda a Caracas, es el mismo que compone canciones en un ritmo siete por ocho que emulen el sonido de las campanas de un monasterio de Austria; el que hace sonar su guitarra como los “Aguaceros de mayo” que mueven la tierra, y el que hace versos pegajosos para que el público interactúe. El que recuerda a la madre, “Ana María”, al hijo “Michi”, y a la esposa “Para ella”, también dentro de la lista de afectos que reúne el concierto. “Solamente guitarra” ha sido un recital para descifrar lo que tiene un compositor para decir, pero también las posibilidades de un instrumento para permitirse sentir.
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