Crónica por Marcy Rangel
Liana Malva es una cantante venezolana de 25 años de edad, que vivió su infancia en El Paují, un pueblo de la Gran Sabana al sur del país, conocido por su faceta mágica y su extensa naturaleza. Desde los 11 años de edad hace composiciones en el piano, pero siete años antes su padre la había encontrado cantando en el cuarto de su hermana, improvisando alguna melodía. “Cuando regresamos a Caracas estuve mucho tiempo en el coro del colegio, donde fui solista. Y ahí comenzó todo”.
Sus padres decidieron volver a Caracas cuando todos los hermanos habían crecido. “Vivíamos en una comunidad donde los padres eran los profesores y, cuando los chamos crecían, tenían que enviarlos a Santa Helena que es un pueblo minero con una calidad de vida que no es ideal. Y como mi mamá es de Caracas, la decisión fue regresar para que estudiáramos y nos formáramos en la ciudad para tener esa experiencia, porque también quedarse allá sin integrarnos en la sociedad podía ser bastante difícil después”.
Esa condición especial de alguien que llega a la capital luego de una experiencia de contacto con lo elemental de los ríos y los árboles es lo que condiciona su faceta como artista. Liana Malva cree en el poder de la energía, por eso convierte los escenarios donde se presenta en un ritual para transmutarlas. Coloca un atrapasueños que cuelga del techo para contener toda la carga negativa que pueda traer algún espectador, la ganesha hinduista para cantarle mantras y que ahuyente los obstáculos, y coloca un altar con la presencia de los cuatro elementos naturales: flores blancas y azules, una jarra de peltre con un camino de tela que emule el agua, velas que quemen lo negativo y el aire, representado en el incienso que ella misma incluye en el escenario antes de cantar.
En Venezuela hace mucho que no llueve. El concierto que ofreció Malva el domingo 28 de febrero fue el primero que ofreció el ciclo Noches de Guataca en la mañana y en fin de semana. La emergencia eléctrica que vive el país ha hecho que los centros comerciales deban reducir su consumo y variar los horarios de las funciones en cines y teatros, aunque afecte a ciclos como este, que tienen seis años presentando artistas emergentes los miércoles por la noche. La cantautora armó su altar de escenografía para atraer el agua a la ciudad. Y llamó al concierto “Aguasanta”, como una de las canciones que tocó a dúo con su padrino Leonardo Castillo: “Cura toda mi alma, aguasanta. Lava mi alma y entrégasela al mar”.
Las composiciones de Malva son un paseo de influencias, que a un joven de su edad le pudieran referir a agrupaciones como Cultura Profética o Shakira. Son letras y melodías de protesta, que tienen tantas influencias como preocupación por el ambiente y el entorno político y social que se ha agravado en el país durante los últimos años: “El calentamiento global es en serio y últimamente he tenido esa inspiración bastante presente. No estoy atada a ningún tema, pero la naturaleza y la conciencia son dos de los que me gusta retratar. Las vivencias personales, cosas mucho más banales o pasionales de la vida cotidiana, también. Mi música es de protesta porque sí digo que las cosas no están bien, podrían estar mejor y hay personas que son responsables de eso”.
Hay temas como “El Mundo al Revés” en el que la naturaleza le habla al hombre diciéndole que si no toma consciencia el ser humano desaparecerá y, en cambio, ella seguirá existiendo. O “Paz para todos” que compuso en la época de protestas de 2013. El repertorio de “Aguasanta” es parte de las canciones que presenta Malva desde ese año cuando inició su carrera formal como cantautora y dio su primer concierto en el circuito callejero Por el medio de la calle que organizó Cultura Chacao hasta ese momento. En 2015 la cantautora tuvo la oportunidad de presentarse en República Dominicana en el Festival de Hip Hop Sin Fronteras y en 2016 aspira grabar un disco con todo el repertorio. Su banda está conformada por sonidos eclécticos que unen el cuatro, la batería, bajo, teclados, guitarra y coros con un sonido sutil y femenino. La acompañan en su show las visuales de la sabana. “Yo creo muchísimo en la energía y creo que había que hacer un ritual para ponerle intención a lo que estaba sucediendo. Al día siguiente amanecí en San Antonio de los Altos, estaba nublado y lloviznó. Algo sucedió. Me escribieron que estaba lloviendo en la Piedra de la Virgen en La Gran Sabana. Quizá fue una coincidencia, pero si uno se lo quiere creer, pasa”.