Por Joel Bracho Ghersi
Fotografías: Luis Cantillo
Video cortesía de Articruz
Luis Julio Toro vive la vida como aventura. Botas, sombrero y cuchillo, motocicleta, cayac y tabla de surf. Recorre y explora el entorno como ha explorado las posibilidades musicales de la flauta. A diferencia de tantos músicos, especialmente entre los académicos, que protegen sus manos hasta el extremo de casi no usarlas, Luis Julio prefiere correr riesgos y asumir costos: alguna vez pasó meses con un brazo inmovilizado y sin poder tocar por un accidente en moto. Bastó redoblar la práctica y el estudio para salir del percance y al poco tiempo era otra vez el gran flautista de siempre. Esa es su forma de andar los caminos de la vida y de la música.
No en vano el programa radiofónico y televisivo que en los últimos años lo llevó a múltiples destinos en Venezuela y el mundo se llamaba “Aventuras sonoras”, como luego se llamó su serie de conciertos pensados para trasladar esa experiencia de viaje al escenario. Quizá por eso al preguntarle por su concierto para Guataca Panamá, tras pensarlo por un momento responde con su característico hablar reflexivo pero enfático: “Este concierto va a ser un recorrido”.
Y parece no haber mejor palabra para describirlo.
El flautista lleva consigo al público para mostrarle los lugares y sonidos por los que ha andado, usando como hilo conductor distintas obras escritas para flauta. Desde las primeras composiciones académicas para flauta sola escritas entre los siglos XVII y XVIII, hasta la música experimental contemporánea, pasando por eso a lo que Luis Julio se refiere siempre como “música de raíz tradicional”. De modo que el concierto fue también de algún modo un vistazo por la travesía vital del flautista y las múltiples facetas de su desempeño musical.
Formado como músico académico y graduado del Royal College of Music de Londres, Luis Julio Toro ha sabido moverse por los más variados registros. Y tras una carrera que sin duda ha sido exitosa se ha convertido en un verdadero maestro, con una sonoridad personalísima y un claro dominio del instrumento. Luis Julio propone, crea, plantea con la flauta. Es claramente mucho más que un buen ejecutante.
Por eso su presencia en Panamá comenzó con una clase magistral gratuita y un recital didáctico en la Escuela Juvenil de Música del Instituto Nacional de Cultura. Latin America Music Workshop, Yamaha y la Asociación Panameña de Flautistas organizaron las actividades en la Escuela. El maestro compartió su conocimiento y experiencia con jóvenes estudiantes de flauta unos días antes de hacerlo ante el entusiasta público de Guataca.
No son comunes los conciertos de flauta sola. Sin embargo Luis Julio tiene muy bien resuelta su presentación como unidad escénica y como viaje, valiéndose de dos recursos: sus propias anécdotas y explicaciones entre pieza y pieza, que van guiando al espectador a través del concierto, y la presencia de una pantalla en la que se muestran escenas, personajes, fotografías –algunas tomadas por el mismo Luis Julio– e incluso otros músicos que lo acompañan. De esta manera, la presentación se vuelve una muestra entretenida, didáctica y variada.
Cuando comienza el concierto el escenario está vacío. En la pantalla el flautista improvisa en una calle caraqueña. Hace el sonido característico con el que un amolador ofrece sus servicios. Los dos hombres conversan y se miden como en un contrapunteo urbano. Al finalizar la grabación, el Luis Julio de carne y hueso aparece en la tarima y, tras algunas palabras de bienvenida y una breve explicación sobre lo que acaba de sonar y lo que vendrá, toca la Sonata en La menor de Carl Philipp Emanuel Bach. Así, con toda naturalidad, como sin proponérselo, nos muestra su versatilidad y solvencia musical.
En seguida realizó una versión del polo margariteño en diálogo con la folía barroca –con la que comparte gran parte de su estructura armónica– marcando así el espíritu de tránsito entre fronteras que caracterizará el resto de la noche. Luego pasó del Barroco al Romanticismo con la Sonata Appassionata de Karg-Elert, justo antes de adentrarse en la primera pieza experimental y contemporánea del concierto: el “Soufflé en flauta” de Alonso Toro, hermano de Luis Julio, compuesta para sintetizador y flauta e incluida en el muy experimental disco “No me perdonan”. Luis Julio tocaba en vivo mientras sonaba la grabación de los sonidos tocados y sintetizados por Alonso, muy atinadamente representados en la pantalla por las imágenes psicodélicas del “Visualizer” de Windows Media Player.
Como siempre ocurre en Guataca Nights, al concierto se sumó un invitado especial: esta vez fue el joven guitarrista panameño Eliécer Izquierdo, integrante y fundador del grupo Jazzfusion Project. Su presencia permitió explorar las sonoridades locales con dos canciones muy populares de dos de los compositores más reconocidos del país: “Y deja”, de Rubén Blades, e “Historia de un amor”, de Carlos Eleta Amarán. Además, Izquierdo realizó una interpretación como solista, en el estilo de jazz contemporáneo que lo caracteriza.
Pero sin duda el punto más alto del concierto llegó con dos piezas cuya ejecución estuvo cargada de emotividad y que recibieron la calurosa respuesta del público. Primero fue el Aria de la Suite No. 3 de Bach, que Luis Julio presentó acompañada de fotografías tomadas por él mismo, casi todas durante las protestas recientes en contra del gobierno de Venezuela. Imágenes duras, que muestran horror y represión, confrontadas con otras de alegría y esperanza. Fue la protesta musical y fotográfica de Luis Julio: “Estamos viviendo una vida sumamente difícil en Venezuela”, expresó. Y para hacer más claro el mensaje, una de las fotos finales muestra a sus propias hijas, dentro de la casa, con lentes y máscaras para tratar de evitar el efecto de los gases lacrimógenos que llegan desde la calle. “Estas fotos las tomé yo. Así es la vida de cualquiera de nosotros cualquier día”, dijo al terminar de tocar.
Y la siguiente pieza fue San José, ese muy conocido vals venezolano, que sin embargo fue escrito por un compositor trinitario: el gran Lionel Velasco, que llegó a Venezuela para hacer grandes aportes a la manera de componer en el país. El acompañante para la ocasión fue Cheo Hurtado, compañero de Luis Julio durante años en Ensamble Gurrufío, desde el cual, junto a Cristóbal Soto, David Peña y Juan Ernesto Laya, propusieron nuevas maneras de interpretar la música venezolana de raíz tradicional. El cuatro de Cheo levantó los ánimos del público y recibió con Luis Julio uno de los aplausos más sonoros de la noche.
El concierto llegaba a su final, cuando el flautista anunció la composición más experimental del repertorio: “Temazcal”, para maracas y electrónicos, compuesta en el laboratorio de música electrónica del Royal College of Music en sus años de estudiante, junto al compositor mexicano Javier Álvarez. Luis Julio cambió la flauta por las maracas, mientras la imagen de la partitura iba dibujando en la pantalla un universo de ruidos atmosféricos y secuencias rítmicas.
Sólo hubo una pieza más, para flauta sola, antes de dar por terminada la jornada: “Sabana”, de Simón Díaz, con la que Luis Julio complacía una petición especial que llegó clara entre los gritos y aplausos del público. La flauta lo llenó todo por un par de minutos más, antes de perderse en una nota larga y lejana, como se pierde de vista el final de la sabana. Fue un concierto variado y completo, fue la travesía de un maestro.