Una Caracas que suene como esta mandolina



Foto: Edgar Martínez

Foto: Edgar Martínez

Por Gerardo Guarache Ocque/ Texto publicado en Revista Ladosis

Los músicos virtuosos logran romper los grilletes de las partituras y comienzan a mirar el mundo e interactuar con él. Sienten, crean y expresan sus aspiraciones a través de sus instrumentos. Jorge Torres, joven maestro de la mandolina, lo acaba de hacer. Dibujó con sonidos la Caracas que quisiera.

En la cuerda floja, su nuevo trabajo, segundo en su catálogo de discos firmados como Jorge Torres, muestra una evolución que va más allá de su obvia capacidad para aprovechar las bondades de su instrumento. Un instrumento que fue alterado en su morfología. La de Jorge no es una mandolina habitual de ocho cuerdas. Hace rato que le sumó otras dos, como su ídolo, el gran Hamilton de Holanda.

Torres ha agudizado la expresividad de sus composiciones. Son más que armonía, ritmo y melodía; son algo real, casi palpable. Ha depurado su oficio de artesano que transmite emociones mediante sonidos hasta el punto de manifestar sus anhelos. Y le ha dedicado su álbum a Caracas, su Caracas, a 450 años de su fundación.

“En esta ciudad uno siempre anda como en la cuerda floja. Todo el tiempo estamos en una corredera, en la búsqueda de un equilibrio”, dice, y me lo imagino tocando mientras cruza por el cielo de una torre de El Silencio a la otra —¿la del sonido?— como Philippe Petit, el equilibrista francés que caminó sobre una guaya entre las Torres Gemelas de Nueva York.


Fotografía: Cintya Irady

Fotografía: Cintya Irady

Torres concibió estas 10 canciones pensando en ese formato jazz trio en el que reina su mandolina, acompañada por la percusión, algunas de Nené Quintero, otras de Abelardo Bolaños y el resto grabadas por Rolando Canónico. Y el bajo, a veces contrabajo a veces eléctrico, de Edwin Arellano. El joropo pareciera lo dominante, aunque el viaje lo inicia un merengue caraqueño. Sea cual sea el género, va todo muy separado de su forma tradicional. Avanzado, mestizo, moderno, como el tema homónimo, “En la cuerda floja”, del cual se grabó una muestra audiovisual.

“Caracas”, la segunda pista, que bien pudo darle título al disco, es una danza muy tranquila para describir una capital muy agitada. “Es lenta, evocativa, esperanzadora —comenta el autor— quizá es así como la siento”.

“Un bandolín pa’ San Benito” es, como casi toda gaita de tambora, un tema simpático. Lo más interesante es que allí la mandolina va tomada de la mano con un fagot, el de Carlos Adarmes. Curiosísima y efectiva combinación.

A Torres, cualquier anécdota, chiste o mensaje de whatsapp le enciende la chispa para una canción. “Calalú”, una onda nueva que podría servir de corte promocional del álbum —si fuese éste un álbum de esa naturaleza—, es el nombre de la productora audiovisual de su hermano, a su vez inspirado en la Madame Kalalú de Rubén Blades.

“La camisa” es un atrevimiento que escribió influenciado por lo que oía en Curitiba, en el sur de Brasil, donde estuvo estudiando. Es una samba deliciosa cuyo disparador fue un viejo chiste entre él y sus compañeros del ensamble Kapicúa, con el que inició su carrera profesional y grabó dos obras: Musikapicúa (2005) y Bravedad (2011).

A su abuela María le había dedicado “13 con 39” en Estado neutral, su primer disco como solista (producido por Guataca). Cuando la señora la escuchó, le reclamó que era muy triste. “¡A mí lo que me gusta es el joropo oriental!”. Entonces el nieto, ya fallecida la doña, le dedicó una cándida melodía que llamó “A María la de Catia”, título que al mismo tiempo es un guiño a Beto Valderrama, quien le escribió “A María La Cumanesa” a María Rodríguez.

Curiosamente, Torres, quien se considera profundamente caraqueño, siempre sintió predilección por ese instrumento que es común en el oriente del país. No tardó en hacerse seguidor de cultores sucrenses como Juancito Silva y Morochito Fuentes. De hecho, en 2006 aprovechó la invitación a un encuentro nacional de mandolinistas, celebrado en Carúpano, para aprender todo lo que pudiera de otros maestros como Cristóbal Soto y Ricardo Sandoval. Y “El toquitoca”, la primera canción que escribió en su vida, es un joropo-estribillo oriental.


Fotografía: Cintya Irady

Fotografía: Cintya Irady

Jorge es tímido, parco. Habla más desde sus dedos. Y esto pareciera exagerado hasta que un cuento real sustenta la afirmación. Un tío suyo que vive en Alemania desde los años 80, un científico llamado Víctor Hugo Pacheco, le envió a su sobrino unos poemas que escribió. El joven no supo cómo poner en palabras lo que sintió al leer aquellas líneas. De modo que le mandó una canción suave y melancólica, pista 4 de En la cuerda floja, titulada “Heimweh”, que podría traducirse como añoranza, nostalgia por el hogar, ese guayabo que en inglés llaman homesick. Torres en ese tema, sólo en ese, se acompañó con el trombón de Pedro Carrero, de la Sinfónica Simón Bolívar.

A su esposa, la cantante Andrea Paola, le dedicó “27 de enero”, porque es su fecha de cumpleaños. Se la escribió porque debía salir de viaje y no estaría para acompañarla a soplar las velas. De modo que le dejó ese regalo inefable, como una estela de sonido que lo representa cuando está ausente.

¿Y cuál queda por nombrar? “El encierro”, un joropo adulterado, la más experimental del disco, y “En unos minutos”, un tema lento, con cierta pesadumbre, que lo inspiró la Panamericana, la vía para subir de Caracas a San Antonio de los Altos.

Ha pasado una década desde aquellos días en los que se conformó en Caracas el colectivo de ensambles instrumentales Movida Acústica Urbana, en medio del cual él parecía un muchachito recién graduado de bachiller, nada amenazante, hasta que subía a la tarima del Discovery Bar de El Rosal y dejaba a todos boquiabiertos.

Como columna vertebral de Kapicúa, siguió abriéndose pasó y editó con Guataca su primer álbum como solista, Estado neutral, el 1º de diciembre de 2011. Desde entonces ha participado en todos los Rock & MAU, como una suerte de miembro constante del All Star de esa cofradía; ha sido parte de Pepperland, el proyecto loquísimo que criolliza las canciones de los Beatles; colabora con Mi juguete es canción, disco y espectáculo infantil dirigido por Andrea Paola y basado en grandes personalidades de la cultura venezolana; y dirigió musicalmente el homenaje a Gualberto Ibarreto en el 3º Caracas en Contratiempo, devenido en álbum doble.

El contexto no le permitió bautizar su disco el año pasado. Caracas y Venezuela lo mantienen En la cuerda floja con su agitación, su apuro y su incertidumbre, pero él no se inquietó. Sabía que pronto llegaría la hora de hacerlo, y responderle a su ciudad con onda nueva, danza, joropo y merengue, como él quisiera que sonara.


Fotografía: Cintya Irady

Fotografía: Cintya Irady


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