Guataca Nights NY: Parranda navideña y cierre del 2018


Fue un año histórico para la plataforma Guataca, para sus músicos, productores y amigos. Para todos los que hacen vida en un escenario, delante de unos focos de luz, pero sobre todo para aquellos que respiran a través de lo que pasa en sus instrumentos y sus voces. Este año, no solo de expansión, incluyó la alegría siempre inesperada cuando es pura, del reconocimiento.

 

Justo después de cumplir sus primeros 10 años, la Guataca y buena parte de los artistas que han sido y formado parte de ella, recibieron un merecidísimo reconocimiento. Giras, salas llenas, el unísono de aplausos a través de ciudades en todo el mundo y un broche de oro que cerró la gesta del año en los Grammy Latinos.

 

Desde Nueva York, se vivió con el calor de los saltos frenéticos, la nominación al Grammy que recibió a principios de año el álbum Pa Fuera, toda una revelación hecha en conjunto por C4 Trío y Desorden Público, que ofreció una fusión única hasta la fecha: el ska consagrado de Desorden y el cuatro rebelde del trío de virtuosos. A plena noche de invierno, el trío presentó junto a Horacio Blanco y los desordenados, temas del disco en vivo, celebrando su participación dentro de la categoría “Mejor álbum rock, música urbana o alternativa latina”.

 

Los hitos continuaron cuando la marea margariteña de Nella Rojas ofreció su primer concierto en el Joe´s Pub de Manhattan a casa llena, cerrando una gira que cruzó Venezuela, Panamá, México, Miami y coronó con una noche en la que la presencia de su voz, bastó para vaticinar lo que vendría en el curso del año. Me llaman Nella se apoderó de redes y oídos por igual, con la insinuación de los talentos que llegan sin agresión y para quedarse. Los maestros Ilan Chester y Paquito D´Rivera fueron testigos del brillo sin equívocos de Rojas.

 

A este recorrido sonoro lo invadieron la multitud de cuerdas del arpa de Eduardo Betancourt, que presentó su producción Ad Libitum en una presentación arrasadora e impresionante. Para muchos de los presentes, las posibilidades musicales del arpa se extendieron al comprobar cómo detrás de su sonrisa y la fuerza de sus brazos, Eduardo ejecutaba unos solos increíbles, casi vocales. Al destello se sumó su homólogo colombiano, Edmar Castañeda, en un duelo de arpas que arrancó ritmo y melodía sin frenos.

 

La brújula de Nueva York también nos llevó a Miami, donde presentamos junto a Gerardo Guarache y el guataquero mayor, Cesar Miguel Rondón, el libro 10 años de pura Guataca, que reúne no solo buena parte del registro escrito y visual de esta primera década, sino un álbum fotográfico rico en detalles, personajes y escenarios de conciertos, presentaciones, producciones discográficas y el Festival Caracas en Contratiempo.

Este año también se sazonaron las tardes veraniegas de Manhattan con música de Guataca on the river, con sesiones que incluyeron duetos e invitados especiales como José Luis Pardo con Ulises Hadjis, Yuri Juárez y Álvaro Benavides, Alí Bello, César Orozco y Sam Reider. Dándole la bienvenida al otoño se dio un concierto en el Barnard College de Columbia University en homenaje a grandes cantantes de toda América Latina como Cecilia Todd, Violeta Parra y Mercedes Sosa. La banda estuvo integrada por Claudia acuña en voz, Jorge Glem en cuatro, Baden Goyo en piano, Luisito Quintero en percusión y Ricky Rodríguez en bajo.

 

Adentrados en fechas cercanas a la ceremonia de los Grammy Latinos, se supo de las nominaciones al cuatrista Miguel Siso, por su disco Identidad, en la categoría de “Mejor álbum instrumental” y a la cantante multinstrumentista y productora Linda Briceño, como “Productora del año” por las producciones 11 y Segundo piso, de MV Caldera. Las nominaciones se convirtieron en acierto y en premiación.

 

Tanto el cuatro como el arduo trabajo de estos artistas se convirtieron en orgullo, siendo el disco de Siso una pieza magistral de la flexibilidad mundial del cuatro y Briceño la primera mujer en ganar ese premio en esa categoría en la historia del certamen.

 


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Ya para el cierre de esta última página del 2018, la Guataca ofreció su cuarto concierto navideño en la ciudad, con una banda y una invitada de lujo. Rodner Padilla en bajo, Diego Álvarez en percusión, Jorge Glem en las cuatro cuerdas y la magnífica Betsayda Machado en voz, soltando su trueno de voz desde el primer instante.

 

Contentos de celebrar, hicieron un recorrido extenso por villancicos, aguilnaldos, parrandas y estribillos que son parte de la tradición musical y oral navideña. La gente se ríe mucho en estos eventos porque se encuentran a sí mismos tarareando coros y letras de canciones cuyo nombre quizás desconocen, pero pueden cantar sin fallos.

Parece mentira, pero poco se repara en ese fenómeno. En tiempos donde la identidad entra en constante conflicto, en que se rechaza y se añora lo tradicional por excelencia, el cancionero navideño une y remite a los períodos más incuestionables de la ilusión y la esperanza. De niños no hay rencores, fronteras o partidos, solo canciones. La adoración al niño, o a la virgen o a la mera fiesta, son ejes temáticos del repertorio decembrino venezolano, de oriente a occidente.

 

Betsayda, desde el primer “Precioso querube” armó su rayo vocal y lo entregó a los presentes por más de dos horas, con una breve pausa. Sonaron todas las canciones y coros de ensueño: En mi conuquito, Gente de paz, Tucusito, Bajo la matica. Una sola fiesta se prendió con sendos solos de percusión de el Negro Álvarez, y con la novedad de Padilla y Glem acompañando a Machado en coros.

 

A mitad de concierto la sala de DROM en el Lower East Side, era un solo calor de palmas y gotas de sudor entre emocionadas y nostálgicas. Córrela, córrela, córrela, córrela pa allá, mientras un par de filas hacían el gesto de arrimarse entre las cinturas, fue uno de los últimos estribillos que se repitió antes de cerrar la noche.

 

Un concierto navideño es algo a lo que todos estamos invitados. Un espacio de encuentro irremediable con lo que no se puede abolir, el sentimiento de esperanza y el de tener un idioma emocional común, más allá de cualquier adversidad: la música. Ahora más que nunca, la música, como nuestro primer lenguaje, es una tabla que flota donde cualquier marea parezca alzada, imposible o llana. Jamás nuestras letras y nuestras melodías habían significado tanto.


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