Guataca Nights NY: El cuatro Ska de C4Trío y Horacio Blanco



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La novedad es impura por definición. Unir y atar los recursos más inesperados es lo que en suma, genera asombro, y con éxito, placer. Inclusive placer culposo. En el caso de la música venezolana, no son pocas las veces en que por prejuicios u honesta desinformación, somos los mismos herederos de su tradición los que la desdeñamos. Pero es un pecado de ignorancia. Más allá de los gustos, que son libertad de cada quién y sus oídos, es incuestionable que Venezuela ofrece, dadas sus múltiples raíces, un acervo musical muy variado (cosa sabida) y muy complejo, que es lo que muchos podemos ignorar. No hay “un” joropo. Ni hay “una” música llanera. Cada vertiente se estira por decenas de ríos y veredas por igual.

El género de nuestras canciones, en especial las tradicionales, está recorrido por coplas, valses, poemas, versos románticos, pero también tiene un cohete urbano que ha arrojado no pocos dardos sobre nuestra compleja realidad social. El rock, el pop, el hip hop y el ska, han constituido un ingrediente vital en la lectura de nuestros tiempos.

Es por ello que Pa Fuera, hecho en conjunto por el grupo de cuatristas virtuosos C4Trío junto al cantante y compositor Horacio Blanco, es un hito dentro de la historia musical del país, y dados los acontecimientos recientes, de todo el continente. Sumando el repertorio que supera los 30 años de gritos y caricias urbanas de Desorden Público a la década de los virtuosos indiscutibles del cuatro, encontramos una joya rara, cálida y compleja.

El disco, compuesto por 12 temas y producido por Jorge Glem, fusiona con iguales manos ska, reggae y rock, con la sonoridad popular venezolana en todas sus vertientes: joropos margariteños o cumaneses, acompasados con el rol indiscutible del cambur pintón. La voz de Horacio Blanco, que tantas injusticias e inconformidades nos ha ayudado a reclamar y combatir, toma un rol inédito con el acompañamiento fajao de los cuatristas.

La producción, como las mejores cosas de la vida, tuvo que aguardar no solo dentro del esmerado proceso de grabación y producción, sino por un primer y segundo aliento, antes de que retumbara la noticia que tronó. El entusiasmo de una nominación al Grammy Latino en noviembre de 2017, dejó a muchos conocedores del proyecto con las ganas. El diablo, que sabe más por viejo que por diablo, los hizo esperar.

Fue unas cuantas semanas más tarde, ya arrancado el 2018, que se supo de la maravillosa nominación a los Grammys. Con letras doradas. En inglés. Con Lady Gaga en la ceremonia. El disco entró nominado en la categoría Mejor álbum rock, música urbana o alternativa latina”, convirtiéndose en un hito para Venezuela y desde luego para ambas agrupaciones musicales. Los muchachos la sacaron del estadio.

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Ahora, en Nueva York, en la misma ciudad donde tuvo sitio la premiación del Grammy, sonaría “Pa´Fuera”, un sonido bicéfalo que casi no se había compartido en vivo, por lo que se sumaba otra página fresca a las novedades de esos 12 temas. Curiosamente, en enero de 2017, Glem y Blanco se presentaron juntos en una Guataca niuyorkina, junto a varios músicos amigos, pero faltaba la alineación oficial de lado y lado, el corillo original. Sería un año y tanto después, que el trío de cuatristas, junto a Gustavito Márquez en el bajo, rugiría junto al vibrato típico de Horacio Blanco y los desordenados.

La noche de esta Guataca en DROM, desde el Lower East Side, arrancó con una invitada especial, que siguió extendiendo la senda de lo que es un cuatro y cómo puede sonar. Ivas Las Vegas apareció en la tarima con su gorra negra, enormes lentos de pasta y un grito insigne, que a todos despertó intriga.

Cantando en inglés y con mucha fuerza expresiva, pidió hacer un patrón con los aplausos. Allí estuvo generando mezclas acompañada del ras-ras de sus manos en el cuatro. “Síganme como puedan… somos fuertes, sí podemos, no aguantemos tanta mierda”. Silbidos y gritos. Su patada, constante en el escenario, nos acostumbró a un breve lapso de abismo y empeño, plegado hacia un género que podría ser una especie de tonada nuestra, en clave de ska.

Tras un video de presentación que reunía buena parte de la trayectoria de las Guatacas durante más de 10 años, que incluyó la reciente nominación al Grammy como hito más reciente, se presentaron uno a uno los músicos de C4Trío en escena, para furor auténtico de una audiencia que tenía varios años esperándolos juntos, aquí en Manhattan.

El pelo canoso de Hector Molina, en contraparte de la franela cromática de Cruz Diez que llevaba puesta, se dejó ver para despuntar. Le siguió Edward Ramírez, que asomó primero su cuatro y con él, Jorge Glem, el compaíto, con su sombrero indiscutible, junto al jovencísimo y virtuoso Gustavo Márquez, quien volvía al mismo escenario donde se presentó junto al maestro Aquiles Báez, en 2016. Los que conocemos a Gustavito sabemos que junto a su enorme bajo y su gran talento, lo acompaña siempre una enorme sonrisa, a prueba de todo. La música nos potencia de alegría y vida, sin dudas.

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El periplo se encendió con la tripleta conformada por Vértigo, Zumba Cum Laude y Merengue Today. Del silencio de la sala se saltó al tren de fuerzas que son ese trío de cuatristas acompasados, mostrando con sentido y armonía, todos los colores y tonalidades de esas cuerdas. Glem con los ojos cerrados, Edward sonreído y Hector moviendo la cabeza como un poseso. Ritmo que dentro de la fascinación, deslumbra. Una cosa es ver a un cuatrista en Nueva York. Otra, tener una gratísima selección de las posibilidades del instrumento en vivo y directo. El publicó no tardó mucho en alborotarse.

Buena parte de la maravilla que ofrecieron estos primeros temas, fue la constatación del sentido del trío. Es decir, cómo uno de los cuatros podía estar remitiendo a lo que generalmente sería una voz en una banda. No es un cantante, es un cuatro. No es un tambor o una batería: es otro cuatro. Los C4 pulen su encuentro y se incorporan a la técnica personalísima del otro. Interactúan, gozan de saber que la tierra se mueve con la madera de ese instrumento que aman. Sortean y comparten los solos compartidos, derrochando destreza y ritmo a altísima velocidad.

La gente se volvió loca al verlos cruzar sus manos y brazos por encima del otro, en la famosa demostración de algo que se podría llamar “solo múltiple”. Jorge tocando el cuatro de Edward y éste el de Héctor. Hecho sin concesiones y sin margen de error. Touché para los incrédulos. Norwegian Wood de los Beatles (con chiste previo de apoyo a un nuevo dueto de compositores) y el clásico Contrapunto del trío, cerraron esta primera ronda de la noche. Aplausos y gritos, todos de pie ante los muchachos.

De seguida y tras unos minutos de arreglo en tarima junto a un dueto de metales de trompeta y trombón, el sonido vocal del cuatro cambió su tono por una cadencia inconfundible: la voz de Horacio Blanco. Vestido enteramente de negro, con un anillo que brillaba a cada tanto en su mano derecha, se dejó colar el épico “Fuertes, poderosos… caracoles, cascabeles… ¡Desorden está en la calle!, esa melodía que ha acompañado a varias generaciones, estaba ahora apoyada en el cambur pintón. Un limpio punteo abrió y cerró el tema para sumarme a un ligero cambio de estribillo. ¡Morena libertad, C4 está en la calle!

Con ese mismo asombro, la expectativa de todos los escuchas se encauzó hacia cómo sonarían los siguientes temas. Clásicos revisitados, experiencias y recuerdos tomando una nueva apariencia, con curvas de madera. Así sacaron a brincar y bailar a todos con el Cuatro popular de la vida y muerte. Con estos ritmos “desordenados” a decir de Horacio, el dueto de metales aceleró para aterrizar en un super solo de Hector Molina que empató con el unánime silabeo ¡De sor den! ¡Ce cua tro! Para ese momento de la noche ya la mayoría del local estaba de pie, alternando brincos con una pierna o la otra.

El siguiente tema remitió, por testimonio del propio Horacio, a una de las primeras colaboraciones que hicieron juntos, por allá en 2013. Honrando el legado extraordinario del maestro Gualberto Ibarreto, sonó un potente merengue oriental, El calamar. Con la divertida alternancia del estribillo que varía de idioma dependiendo del destino de la amada que escapa. Un clásico divertido que contagia con esa “a” abiertota del coro. Caaaala calá calamar. Con ese molusco de profesión, se empató a Pegajoso, a manera de boogaloo del Lower East Side, con protagonismo total de trompeta y trombón.

Camino al cierre, se sumó la invitada especial de la noche, Selene Quiroga, que acompañó Mal aliento. Quiroga, que recientemente presentó su disco “Natural no Literal” en homenaje a Aldemaro Romero, acompañó el estribillo que todos repetían, con una pierna en el aire a la vez: “Es difícil decir adiós, pero lo siento… Ohhh”. A la parodia taimada, se sumó ya el acelerador total de la propuesta: la explosiva Valle de Balas, clásico total de Desorden que con los C4 tomó el aroma definitivo de una rebeldía criolla.  

Los que se quedan, los que se van, llegó para reunir en una sola sensación esa tremenda incógnita que es ver y sentir el país desde la distancia. La canción, clara y nostálgica, reunió los afectos de la sala hacia la esperanza y el anhelo de la reconciliación. El gran cierre con La Tierra Tiembla, telúrico y frenético, llegó con todos los músicos en escena, animados, coronando el trayecto que los trajo a Nueva York y a una nominación del Grammy. Final con todos de pie, moviendo brazos y soltando la garganta con el “Ohhhh ohhhh ohhh la tierra tiemblaaaa”.

Las composiciones y la impronta de las canciones de Horacio Blanco y Desorden Público en general, invitaron siempre a una rebeldía, una inconformidad ante los vicios y padeceres del sistema. De alguna manera, escuchar esas canciones con estas versiones junto a C4 Trío, consiguiendo la armonía del sonido híbrido, asoma otra forma de rebelarse. Como diciendo que en efecto el cuatro es tan nuestro como el tráfico, las crisis el petróleo o nuestros problemas como país. Pero que también esa inquietud nueva, ese mestizaje natural, es la fuente de nuestras creaciones y probablemente lo sea de nuestro futuro como país, en paz.  


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