Por Adriana Herrera
Fotografías Nicola Rocco
Había manzanas, peras y naranjas a los pies de San Juan que estaba vestido de blanco y rojo. El santo viajó desde la comunidad El Pedregal de Chacao hasta el altar que construyeron en ese escenario, en torno al cual comenzaban a brotar algunas luces. Gente iba y venía y queriendo —y otros hasta por no dejar— pasaban ante la imagen alzando alguna plegaria y se persignaban con apuro, mientras le tocaban los pies a Juan.
A Juan, el santo. Al querido San Juan.
Es domingo 24 de junio, su día. En muchos pueblos de Venezuela suenan los tambores en ritmo de sangueo desde la madrugada para rendirle honores al santo de los negros, que tanto escucha, al que tanto le cantan, el que concede, al que le bailan. Todos le brindan respeto. Todo se vuelve baile hasta quién sabe qué hora.
Y eso era lo que estaba destinado a pasar en la guataca de ese día: que todos le bailarían a Juan, porque a fin de cuentas, él había dado permiso. Se dispuso el escenario, se afinaron los instrumentos, se calentaron los tambores y pasó: el dúo Aquí entre dos celebró al santo y junto a ellos, un público que, desde el principio tenía ganas de aplaudir.
Ellos son Mauricio Marín y Mayra Sousa, quienes salieron al escenario como quien está en la sala de su casa para hacer del concierto una suerte de teatro que arrancó risas, mientras contaban porqué estaban ahí y no bailando tambores en Tácata. Y así, a capela, entre cantos y tambores, lo comenzaron a celebrar. “A celebrar tu día, con tu permiso, San Juan”.
(Aquí entre dos es una propuesta que explora los géneros tradicionales afrovenezolanos y los une con el pop y la balada. Mauricio y Mayra cantan; y con ellos, Jorge Ramoncini en el bajo, Winston Biur en el piano, José Luis Reyna en la percusión, y Luis Martínez y Gonzalo Martínez en los coros. También se esmeran en componer y arreglar sus propios temas para ir construyendo, poco a poco, su primera producción discográfica)
Cuando los músicos salieron a escena, pasaron primero por delante del altar de San Juan; le dejaron alguna ofrenda —quizá una fruta, un dulce—, se persignaron y siguieron el camino hacia sus instrumentos. “Te montamos ya tu altar, porque tú te lo mereces”, se había escuchado segundos antes. Y así, de repente, arrancaron a sonar a todo lo que daban con La vamos a pasar muy bien, de Ilan Chester.
La sala no estaba llena. Y aunque 40 minutos después de que comenzaron a cantar seguía llegando gente, nunca se llenó. Tampoco hizo falta. Quienes estuvieron ahí se encargaron de llenar los vacíos, con aplausos y bailes improvisados. Porque ahí estaba San Juan y por él habían ido. Por él y la música también.
Mauricio y Mayra, vestidos de blanco y rojo como San Juan, cantaron A mi manera, de Luis Laguna. Entre sangueo y sangueo, se atrevieron con varios temas de su autoría como Y así fue que te encontré, Cómo olvidarte o Esta forma de querer, en el que el pianista se lució con sus acordes. Ese tema, por cierto, fue escrito originalmente para salsa y fue por eso que Mauricio le pidió al público que hicieran la nota de los trombones y trompetas para acompañarlo. Entonces, el público obediente, tararareó, aplaudió y siguió el ritmo.
El golpe de Patanemo, el sangueo de San Millán, el tambor de Caraballeda o el de Guatire. Tras cada tema, con esa sonoridad pegajosa llena de arraigo, el dúo va animando con algunos covers: Canción para ti, de Frank Quintero, El sol no regresa, de La Quinta Estación o Como yo nadie te ha amado de Jon Bon Jovi, Richie Sambora y Desmond Child en la que, de repente, saltaron una vez más al sonido del tambor para seguirle cantando a San Juan.
Fue así, entre tambores, que apareció Gonzalo Díaz con su voz y la guitarra de Aquiles Báez para todos juntos interpretar Si la tierra tiembla, uno de los temas claves de Mauricio, un golpe de la costa de Aragua con el que intentó conectar con el sentimiento más profundo de la audiencia: “Si la tierra tiembla, yo me quedo aquí, pa’ que no diga la gente que cobarde yo fui”, terminaron coreando todos.
Y ya casi cuando estaba terminando la guataca, los tambores sonaron con más fuerza. Se abrieron las cortinas, las puertas de la sala, y entraron mujeres vestidas de colores, con la potencia en la voz, con las caderas sueltas. Entraron hombres de tono afinado que se persignaron ante San Juan y cantaron tonadas de Vargas, y un poco de cada pueblo. Era la agrupación de música popular Shirapta Coa quienes le cantaron al público que se levantó a bailar y a aplaudir, que se olvidaron de sus sillas y se acercaron al santo para cantarle y alabarlo.
Cuando se fueron, la sala quedó desordenada. Algunos del público se toman fotos con San Juan: le piden, le bailan y le cantan bajito aun cuando ya no hay música. Porque algo siempre estuvo claro: esa fiesta llena de tambores, no era solo entre dos.