Mafer Bandola: “En medio de la diáspora, la música nos conecta”



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Por Andrea Paola Márquez

Su nombre es María Fernanda González, pero se hace llamar Mafer Bandola. Así, con su instrumento integrado definitivamente a su identidad. Tiene 29 años, 20 de los cuales los ha dedicado a ejecutarlo. Es, de hecho, la primera mujer que toca una bandola eléctrica. Es una de las fundadoras del proyecto musical Ladama y se encarga de promover la integración de la mujer en el campo de la interpretación instrumental de la música tradicional venezolana.

Su empeño en mostrar la versatilidad de la bandola llanera en todo el mundo la ha llevado a desarrollar giras de varios meses por numerosos países. Su trabajo ha sido reseñado en medios como ESPN en español. Su carrera ha terminado estando enfocada en la música como una herramienta de transformación social.


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—¿Cuándo empezaste a tocar bandola? ¿Por qué escogiste este instrumento?

—Comencé a tocar bandola llanera a los 8 años de edad, justo cuando estaba en ballet en la escuela de Bellas Artes en Guanare, estado Portuguesa. Mis padres creyeron que tenía condiciones para algún instrumento y pensaron en inscribirme para estudiar cuatro, pero al llegar a esa cátedra les dijeron que solo había cupo para estudiar bandola llanera. Por esta razón me gusta pensar que la bandola me escogió a mí.

—¿Cuál fue la manera de manejar tu confianza en un medio en el que muchos consideran que este instrumento no es femenino?

—Luego de entender lo que significa ser una mujer músico en un instrumento tradicional, hice un contrato conmigo misma: no creer en ninguna subordinación por razón de género o estilo. Las limitaciones funcionales por mi sexo es una de las agresiones más comunes que he presenciado en mis 20 años de carrera  como bandolista en la música llanera o música venezolana en general. Al principio formé parte de diferentes ensambles, pero luego me lancé como solista y me di cuenta que estaba pasando por un camino no convencional: el camino de la mujer concertista, soltera, profesional, capacitada para gestionar su propia carrera desde la experiencia. Tener a mis padres que me han acompañado en  la carrera musical y mis decisiones; mirar ejemplos de mujeres músicos de otros países; compartir con otras mujeres músicos; compartir con músicos que me aprecian musicalmente por mi trabajo sin juzgar si soy mujer… Todo eso me ha hecho manejar mi confianza hasta hoy día. Soy afortunada por contar con eso. Ahora intento ayudar a otras mujeres músicos a lograr eso mismo.

—Parece que en tu carrera hubo un antes y un después desde tu participación en OneBeat, en 2014. Eso, aunado a la fundación de Ladama, te ha dado una gran proyección internacional. ¿Cuál consideras la mejor y la peor parte de ese proceso?


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—Al encontrarme en Onebeat 2014 con músicos de otras latitudes y orígenes en la música, me convencí de que nuestra bandola y su repertorio venezolano puede sonar en diferentes espacios. También entendí que el trabajo colectivo es necesario en los procesos creativos entre culturas diversas. Por ejemplo, Ladama, que en principio nació para trabajar en las comunidades, hoy día desarrolla su segundo disco y realiza giras mundiales de hasta siete meses. Una de las mejores cosas ha sido que gracias a la proyección internacional que me brinda Ladama, la bandola llanera está en videos de charlas TED en inglés y español, en videos de Tiny Desk, en el WOMEX, WOMAD y está en las reseñas de NPR, también en ESPN en español, que son lugares donde no había llegado antes. Lo peor de esto es que aprendes que no tienes permanencia en ningún lugar y que por un tiempo no tienes casa. 

—Las giras te han mantenido la agenda copada. ¿Dónde estás radicada ahorita? ¿Qué proyectos estás desarrollando en la actualidad?

—Llevo exactamente 3 años con Ladama  yendo y viniendo a diferentes lugares. Algunas veces he ido a Venezuela y otras a casas de amigos en otros países. Por ahora, aunque mi pasaporte es el venezolano, no puedo residir en el país por los compromisos en fechas que a la banda le esperan. Esto no se siente tan bien a veces. Durante los recesos de la banda he querido ir a Venezuela, pero por la situación que vive el país en incertidumbre, no puedo ir en estos momentos por temor a cualquier riesgo. Así que siento que no vivo en ningún lugar y estoy al mismo tiempo en todas partes donde la música me ha llevado a estar. Estoy en varios proyectos. Actualmente trabajo como embajadora de un comedor para niños en Barquisimeto, estado Lara. Acabo de trabajar como parte del equipo de producción de la primera residencia Onebeat Colombia. Estamos terminando de grabar el segundo disco de Ladama. Paralelo a todo eso, voy componiendo y escribiendo muchas cosas para las que espero tener el tiempo de grabar mi proyecto solista. Por último, me he dado la tarea de abrir espacios para la formación y educación en el tema del empoderamiento femenino,  como por ejemplo clubes de lecturas, conferencias para hablar de mis experiencias como mujer en la industria musical.


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—Perteneces a un grupo de músicos que está llevando el nombre de Venezuela fuera del país ¿Consideras que influirá esta diáspora musical en nuestra transformación  social?

—Por supuesto que sí, los artistas y en especial los músicos estamos llevando a la mayor cantidad de espacios posibles la respuesta a la constante pregunta “¿qué está pasando en Venezuela?”, y aunque los medios no muestran con claridad lo que está pasando en ocasiones, nosotros los músicos, en un empeño de replantear la venezolanidad, respondemos con  ritmos, melodías y armonías lo que no ha dejado de pasar en Venezuela y es su rica cultura en las artes. La diáspora musical nos da dimensión, nos da ubicación en el mapa, nos da un lenguaje claro ante el fenotipo de la entera humanidad, la diáspora musical es uno de los mejores caminos hacia la consolidación del «ser venezolano» en medio de tanta melancolía y desinformación.

—Vas llenando tu equipaje de experiencias, ¿cómo es recibida la bandola llanera? ¿Consideras que aportas a la proyección positiva de venezolanidad? ¿Tienes alguna anécdota al respecto?

—Definitivamente la bandola llanera tiene un duende mágico, místico. Con ella me acompaño en un pajarillo que yo misma canto en la actualidad, y cuando lo toco con Ladama, antes de cantarlo, digo al público: «Ustedes saben que Venezuela está en una situación dramática, que mi gente necesita buena energía viniendo de todas partes, así que hoy ustedes y yo tenemos la única y bonita oportunidad de enviar la mejor de las energías a ellos». Una vez luego de un concierto se me acercó un venezolano y me dijo: «Con tu bandola hoy me enseñaste cómo manejar mi exilio forzado, con música puedo reivindicarme con mi país y puedo construir país desde donde estoy, ahora a cada nueva persona le presentaré los ritmos de Venezuela, gracias».

Sé que existen numerosos bandolistas de gran nivel en Venezuela y que pensarán que no soy la mejor, y podría decir que tienen razón, pero lo que a mí me mueve es la construcción de puentes entre los trascendental en lo humano y la música, pues un músico talentoso y virtuoso puede ser cualquiera que estudie muchísimo y se prepare constantemente, pero el músico que se identifique con hacer de éste un mundo que valga el esfuerzo vivir, necesitamos más de estos últimos, hace rato que la competencia dejó de importarme.

En la actualidad soy una intensa viajera, viajo mucho, por dentro y por fuera, eso sí, cada vez con menos equipaje, pues la vida así como las aerolíneas te va poniendo nuevas reglas en el vuelo. Si llevas sobrepeso, te puede salir muy caro, y esto último lo digo refiriéndome a la maleta emocional que me acompaña, poco a poco he tenido que replantear el concepto de casa, hogar, cama, familia, así como usar otros términos por otros, he cambiado las inconsistencias por certezas, los cuentos por memorias, ahora escucho más, ahora me sumo a las pequeñas acciones que vienen de grandes ideas.

—Finalmente ¿cuál crees que será el impacto de la diáspora venezolana en la proyección internacional de nuestra música?

—Creo que jamás el venezolano estuvo tan enterado de los nombres de nuestros artistas, su obra y sus proyectos como en estos tiempos de la diáspora, nos hace falta conectarnos, encontrarnos donde sea que estemos con nuestra casa, la casa emocional, y esto es lo que nuestra música hace en otras latitudes. Pienso que al cabo de unos 10 años nuestras músicas y ritmos tendrán tanta influencia en otras músicas como lo ha tenido el bossa nova o la cumbia y ya era hora porque somos un pueblo con tanta historia y con tan poca memoria, que sirvan pues nuestras letras para memorizar los que nos pasó, lo que nos desterró, lo que nos hizo y nos hará volver a reencontrarnos.


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