Por: Linda D’Ambrosio
Fotos: Oscar Ribas y Carlos Hernández
El viernes 19 de julio 2019 el Café Berlín de Madrid fue el escenario de Venezolada Ole Estar, un encuentro en el que cinco de los más talentosos músicos venezolanos dispersos por el mundo se dieron cita para interpretar los temas del reconocido compositor Omar Acosta, quien también estuvo en escena, a cargo del instrumento cuya ejecución lo ha hecho famoso internacionalmente: la flauta.
Quienes asistieron al espectáculo efectuaron un extraordinario recorrido por el panorama musical venezolano, en el que pudo reconocerse guiños a los temas de conocidas piezas tradicionales salpicados aquí y allá, aderezados con elementos del flamenco, del jazz y hasta de la música de la India.
El resultado de congregar semejantes luminarias en un mismo concierto no podía ser menos que deslumbrante. El maestro Leo Rondón asumió el contrabajo, cediendo su rol habitual como intérprete del cuatro a Miguel Siso, recientemente galardonado con un Latin Grammy. El público contuvo el aliento ante la sublime ejecución de Alexis Cárdenas, en particular cuando entonó los primeros compases de Mi querencia, con su voz dulce y bien modulada, y la ya natural compenetración entre Carlos Franco y Omar Acosta, tras 21 años de tocar juntos, constituyó el componente que terminó de estructurar el maravilloso espectáculo.
Capítulo aparte merece la ejecución de Johnny Kotock, quien se perfila como figura de referencia en el piano.
Aquiles Machado interpretó las piezas que constituían el núcleo central del programa: una suite inspirada en las canciones infantiles tradicionales Niño lindo, Con real y medio y Canta Tigüitigüito, y tres extraordinarios merengues que el público terminó coreando. Pero además hizo las delicias de la concurrencia con sus jocosos comentarios acerca de las obras y hasta del propio Omar Acosta, deslizando solapadamente alusiones al nivel de dificultad que revestía la interpretación de sus arreglos.
Junto a los temas originales del flautista, entre los que el público aplaudió El Cucarachero y el Vals de Lucía, formaron parte del programa otras conocidas piezas, versionadas con arreglos del compositor, como el Alma Llanera. En algunos casos se trataba de la musicalización de textos de autores venezolanos, como en el caso de El Último Pandehornero, del poeta Aquiles Nazoa. Cerró el programa un fantástico Calipso que evocaba la figura de la negra Isidora.
El buen humor y las emociones estuvieron presentes a lo largo de toda la velada en la que, además de generarse una experiencia musical inolvidable, se tendió un puente hasta esa tierra añorada y distante, pero siempre presente, que es Venezuela.