Los Tambores repican en el Cielo: El adiós a Willy Mayo por Aquiles Báez



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El mundo de la música afrovenezolana está de luto. Hemos perdido a una de nuestras insignias, uno de nuestros pilares, una de nuestras banderas. Son tristes las despedidas, sobre todo de gente joven y valiosa que todavía tiene mucho que aportar.

Duele perder a un constructor de país, un promotor de nuestra identidad cultural, un generador de ideas, un gran pana, un amigo. Willy Mayo fue un destacado percusionista afrovenezolano y constructor de instrumentos tradicionales de nuestra cultura negra, por el que hoy estaremos presenciando un velorio de cruz, pero no como su apellido Mayo, sino de Octubre.

A Willy lo conocí unas cuantas lunas atrás, primero como tamborero y después como hacedor de maravillosos instrumentos de percusión afrovenezolana. De hecho, siempre he soñado con tener un juego de su batería de la costa, unos culo’e puyas, alguno de sus cumacos, o aunque sea un set de tamboritas de fulía construido por él. Como luthier, nos deja un hermoso legado en esa obra que está presente cada vez que repica uno de sus tambores en los recuerdos, en los velorios, las parrandas. Cada golpe a los cueros evoca su presencia.

Hoy vamos desde la tristeza al tambor del cual fuiste un glorioso exponente, Willy. De seguro San Juan te estará esperando con un sabroso golpe en las alturas celestiales, y San Benito te dedicará un Chimbangle a tu llegada.

Estamos en un país difícil, sin una plataforma que garantice una seguridad social para sus artistas, por lo que en cierto modo andamos un poco a la deriva, confiando en la buena voluntad de nuestros panas. Este es un caso que nos pone a pensar en la seguridad social de nuestros músicos, nuestros cultores, que nos pone incluso a revisar nuestra propia situación como trabajadores independientes de la cultura, donde, en lo personal, me siento desprotegido. Gente como Willy, que siempre trabajó por nuestra cultura, nuestros valores y nuestra música, estuvo en una situación muy difícil. No sé exactamente cómo fueron las condiciones de su enfermedad ni los recursos que tuvo para afrontarla, pero sin duda alguna es un llamado de atención sobre los medios que tenemos los músicos y los artistas ante una contingencia de esa naturaleza.

Nos queda lo vivido con él, sus hermosos hijos, a los cuales Willy se encargó de sembrarles la semilla de las tradiciones. Recuerdo a Guille, su vástago, tocar tambor veleño o repicar en la campana de San Millán cuando tenía unos 5 años. Willy estaba muy comprometido con la enseñanza de nuestros tambores a los niños. Una vez conversamos de lo interesante que resultaría si en la escuela primaria, así como se estudian otras materias, se estudiaran las tradiciones venezolanas; que se enseñara desde el estudio primario el legado de nuestros ancestros que se transformaron en nuestros ritmos y nuestros géneros tradicionales. ¿Cómo sería la evolución de los percusionistas, cuatristas o bandolistas si tuvieran acceso a nuestras tradiciones desde edades tempranas? Mucha tela que cortar.

Ahora pregunto: ¿Quién nos hará los tambores? ¿Cómo será una fulía de Cruz de Mayo sin Willy, o un repique de tambores?

Caramba, se nos fue el pana Willy y me dejó una congoja. Sin duda alguna nos quedó mucho camino por recorrer, muchos espacios por compartir. Willy siempre fue una persona muy especial y siempre quedará en mi memoria como un verdadero valor venezolano y como un buen amigo. Paz a tus restos, hermano. Gracias por todo lo que nos dejas, por todo lo que has sido y eres.