Capriccio Latino: Los viajes de ida y vuelta de Alexis Cárdenas 


 

Alexis Cárdenas sigue fiel a su búsqueda. Su nueva obra, un álbum de 13 canciones titulado Capriccio Latino (2024), es un muestrario de sus hallazgos. Como un explorador que ha vuelto de su travesía, o acaso un espeleólogo que ha culminado su trabajo de campo, el violinista exhibe la belleza que corre por cables atemporales que conectan a la todavía joven América hispana con el continente en el que nació, creo y murió un maestro del Barroco: Bach. 

Como la música de los llanos colombo-venezolanos proviene directamente de ese período artístico europeo, el zuliano escogió precisamente una pieza del genio alemán, su “Partita para violín solo No 1”, para hacer el viaje de vuelta. Bach abandona la solemnidad de la sala de teatro, se despereza y se sacude el polvo añejo. Cárdenas mira ese pentagrama minado desde la exuberancia salvaje de la naturaleza, desde el zapateo de un joropo recio acentuado por el contrabajista (y multiinstrumentista) cumanés Manuel Sánchez y el cuatrista guayanés invitado Miguel Siso

Otro genio alemán, pero de una época posterior, un tal Ludwing van Beethoven, viene al presente a través de su “Cadenza”. Cárdenas también lo extrae del ambiente académico, como preludio para un “Joropo cinético” del merideño Leo Blanco, otro explorador de los subsuelos y las raíces con quien el violinista firmó uno de sus álbumes más recientes: Stories Without Words (2021). Las manos del pianista Jhonny Kotock pintan un sendero colorido que luego transitan Sánchez y Siso. Cárdenas los alcanza más adelante. La pieza es un monumento. Un viaje por un episodio de la historia musical desemboca en un pajarillo virtuoso que vuela rasante hacia el horizonte.

Cárdenas ingresa al siglo XX a través de una “Habanera” de Maurice Ravel de la mano de la pianista Haruko Ueda, quien también deja su huella en “Estrellita”, del compositor mexicano Manuel de Ponce (1882-1948). Además, el zuliano recurre a uno de sus autores predilectos, Erik Satie (1866-1925), francés como Ravel. No olvidemos que es en Francia donde el artista ha desarrollado su carrera desde 1995, cuando llegó allí para estudiar en el Conservatorio de París, tras haber comenzado su formación en su natal Maracaibo y continuado en la Juilliard School of Music de Nueva York.

De Satie, presenta una nueva lectura de su “Gnossienne No3”, esta vez junto al pianista (y destacado arreglista y compositor) Gonzalo Grau y a Roberto Koch, contrabajista y ex miembro del Aquiles Báez Trío. La pieza de finales del XIX, cargada de melancolía y cierta dosis de suspense, avanza hasta navegar de manera sutil por el Caribe, sobre todo cuando se devela, desde de sus picardías con el cuatro, sus juegos rítmicos, chasquidos y efectos, Leo Rondón, yaracuyano que desde hace una década colabora con Cárdenas en el Ensamble Recoveco.  

Rondón participa en “La Petite Boîte a Musique”, donde el larense Gustavo Carucí se encarga de la guitarra, el bajo y una kalimba africana. También, en un melancólico y elegante “Pasaje” (Omar Acosta), en el que Cárdenas se duplica. Es una de esas piezas en las que se hace notorio el sendero mixto que el zuliano suele transitar. Por un lado, se refleja su vida dentro del mundo académico-sinfónico, en el que ocupa el puesto prestigioso de supersolista de la Orchestre National d’Île-de-France y en el que suelen invitarlo grandes orquestas. Por el otro, se muestra la búsqueda artística que sostiene desde su cuarteto, su agenda con Recoveco y sus obras sazonadas en el ambiente popular. 

Con Grau y Koch se embarca en un desafiante, frenético y altivo “Escualo”, pieza de otro de sus autores favoritos, una constante en sus recitales: el argentino Ástor Piazzolla. La bruma se despeja y “The Kid/Señorita”, del francés Didier Lockwood, pinta una escena distendida. El pianista invitado Thomas Enhco la adorna con bastante blues. Juntos, generan un ambientazo. Pareciera que el asunto va hasta ahí pero, de pronto, pasados cuatro minutos de canción, irrumpen en el altavoz el gran percusionista Orlando Poleo y el contrabajista Manuel Sánchez, quienes se llevan el festín al Caribe. Si hubo público presente frente a la caseta de grabación, seguramente terminó bailando.

Capriccio Latino pasa por Brasil varias veces. De hecho, abre y cierra por ahí, con ese color, esa alegría tan rítmica y armoniosa. El invitado Caio Santos Nietos grabó las dos guitarras de “Aquellas cosas todas”, pieza de Toninho Orta, un tipo que ha sido arreglista de Elis Regina, Milton Nascimento, Sergio Mendes, Gal Costa, Chico Buarque y otras luminarias brasileñas; y el único que repite en el álbum.  

Orta es compositor de “Fiesta en Olinda”, la que inicia este recorrido con el ánimo arriba y la sonrisa amplia, estimulada por un ensamble de antología que juntó al pianista Grau, el percusionista Poleo, el contrabajista Koch, el cuatrista Rondón y a Cárdenas, el anfitrión.

Un “Chorihno” de Lyle Mais baja con colores brasileños el telón de Capriccio Latino, obra necesaria que le da continuidad a un guion que incluye a Geológico (2008), Encores latinos (2016), varios álbumes de Recoveco, y otros álbumes en colaboración, como sus sesiones con el Ensamble Gurrufío o su trabajo junto a los Aquiles, al guitarrista Báez y el tenor Machado, titulado La canción de Venezuela Vol. 2 (2009), uno de las grandes joyas del catálogo de Guataca. 


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