A las 12:04 del mediodía del 17 de agosto de 2023, un sismo de magnitud 6.1 en la escala de Richter, con epicentro en el Departamento del Meta, sacudió la capital de Colombia y obligó a la gente a evacuar casas y edificios. Entre los que salieron despavoridos a las calles de Bogotá estaban el brasileño Hamilton De Holanda y los venezolanos de C4 Trío. El movimiento telúrico interrumpió la grabación de un álbum que encontró en la anécdota la inspiración para su título: Tembla (2024).
La obra es todo lo que los melómanos que conocen al instrumentista y a la agrupación esperan que sea: Un banquete de cuerdas, con desparpajo y virtuosismo. Hamilton y los C4 construyeron un monumento iberoamericano, dibujando su propio mapa de ensueño, sin fronteras políticas, de una vasta región en la que Brasil y Venezuela, donde ponen los acentos, conviven en una misma patria sonora con República Dominicana, México, Cuba, España, la comunidad latina de Estados Unidos y, por supuesto, Colombia, el país en el que se encontraron para trabajar.
Joropo, chachachá, rumba, chorinho, bolero, bachata, vallenato, jazz, salsa, merengue dominicano. Todo parece del mismo sitio. Todo parece de esa nación inmensa a la que pertenecen De Holanda y la criatura de cuatro cabezas que constituyen los cuatristas Edward Ramírez, Jorge Glem y Héctor Molina y el bajista Rodner Padilla. Pero también tienen pasaportes de esa tierra multicolor, como el arte del álbum, los autores Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz, Chick Corea, Antonio Carlos Jobim y Chico Buarque, Carlos Vives (e Iván Benavides) y Alberto Domínguez (el mexicano que compuso “Frenesí”), así como Adolfo Utrera y Nilo Meléndez (los cubanos que escribieron “Aquellos ojos verdes”).
Tembla es esencialmente un álbum instrumental, aunque hay voces que adornan. Roger Zayas, Janina Rosado y Quico Rizek, coristas de la mismísima orquesta 4.40, cantan los coros de “Vale la pena”, hit de Juan Luis Guerra, cuya melodía surge desde las 10 cuerdas de la mandolina de Hamilton. Como es costumbre, C4 traduce al instrumento nacional venezolano cada detalle, cada línea original de la sección de metales, transición y repique de güira. El cuatro, en las manos de Ramírez, Glem y Molina, tiene el poder de mutar dependiendo de la ocasión.
Las voces resurgen en el tema que cierra el álbum, “La tierra del olvido”, el hit de Carlos Vives, cuya voz cantante, de nuevo, es un asunto de cuerdas. Quienes conozcan la canción, podrán pronunciar la letra ellos mismos. Quienes no, encontrarán en esa melodía el amor por lo propio, el deleite ante la naturaleza y cierto anhelo agridulce por un futuro mejor. Al terminar, se oye el aplauso de los artistas en la cabina, celebrando lo que acaban de lograr. Para C4 tiene mucha significación el tema porque fue precisamente ése el que tocaron, invitados por el ídolo colombiano, en el Poliedro de Caracas.
El ánimo de una canción no se repite en la siguiente. Son 10 temas distintos en ritmo e intención. Tras “La fiesta” de Chick Corea, una composición que pareciera trazar una línea entre el color del Caribe y la altivez hispana, llega el sabor de “Frenesí”, donde mover el cuerpo es irresistible. El romance, en su cara más dulce, tiene lugar en la pista de baile. El amor se impregna de saudade en una picardía bolerística a la brasileña llamada “Anos dourados”, de Jobim y Buarque. Y de ahí, pasan a “Pras crianças”, un tema cándido, luminoso y esperanzador como la sonrisa de un niño, obra del propio Hamilton De Holanda, que Jorge Glem grabó hace más de 10 años en su álbum En el cerrito (2013).
El único tema inédito es un joropo oriental de Glem titulado “Manzanares”, como el río que atraviesa su querida Cumaná. La voz de Varijashree Venugopal, cantante nativa de Bangalore, India, e integrante de la banda Chakrafonics, no transporta versos, sino que funciona como instrumento, realzando el sentimiento de la canción, elevándola a un plano meditativo.
Un denominador común de los miembros del C4 Trío es su admiración por el músico brasileño. Han seguido sus pasos desde mucho antes de constituirse como agrupación. Héctor Molina, por ejemplo, lo conoce desde 1997, cuando lo vio tocar en su natal Mérida junto al guitarrista Marco Pereira en lo que ahora sabe que se trató de la primera presentación internacional del carioca.
En su segundo álbum, Entre manos (2009), C4 incluyó una versión, grabada junto al gran violinista Alexis Cárdenas, del tema “Valsa em si” de Hamilton. Ese mismo año, el brasileño editó un álbum en colaboración con una agrupación venezolana por la que ha confesado, a su vez, gran admiración: El Ensamble Gurrufío.
C4 y Hamilton estuvieron nominados en la misma categoría, la de Mejor Álbum Instrumental, a los Latin Grammys 2022. El ensamble, por su Back to 4. El mandolinista, por su Maxixe Samba Groove, que se llevó el galardón. Lo curioso es que se sentaron en la misma mesa en la ceremonia y, cuando el brasileño volvió a su silla triunfante, entre abrazos y jolgorio, les dijo: «Más adelante vendremos juntos con un disco nuestro». Allí comenzaron a discutir seriamente sobre la posibilidad de grabar.
En esa mesa VIP de Las Vegas estaba Paulo Sánchez, director del Teatro Colsubsidio de Bogotá, quien preparó el terreno para juntarlos en escena por primera vez. Y lo logró, en el marco del Festival de Cuerdas Pulsadas, el sábado 19 de agosto de 2023, la misma semana en la que los músicos prepararon un repertorio conjunto en el Hotel Tequendama de la capital de Colombia y se metieron a grabarlo en los Groove Studios, donde un sismo y sus réplicas interrumpieron las sesiones.
Hamilton De Holanda y C4 Trío le hicieron una cortesía a Alejandro Sanz. Le mostraron a la audiencia que, más allá del megahit que ha sido su “Corazón partío” desde su lanzamiento en 1997, es una canción armónica y melódicamente compleja y hermosa. Dejando de lado su ingeniosa letra despechada, es una composición que conjuga en cantidades justas elementos de pop, salsa y rumba, representativos al mismo tiempo del trópico americano y del sur de la península ibérica.
A la lista, se suma la bachata de Juan Luis Guerra “Burbujas de amor” y un tema que han rescatado del pasado. Se trata del bolero escrito en 1929, “Aquellos ojos verdes”, conocido en versiones de muchos intérpretes, desde Los Panchos hasta Nat King Cole. Sin embargo, a la mayoría de los venezolanos nos suena en la cabeza en la voz de un solo cantante (que vale por mil): Alfredo Sadel.
Tembla se suma a un extenso catálogo de álbumes de Hamilton De Holanda (Río de Janeiro, 1976), referencia mundial de la mandolina (instrumento que reinventó al agregarle dos cuerdas graves a las 8 tradicionales) y ganador de múltiples galardones internacionales. El instrumentista, que ha cultivado el choro dentro de un ambiente jazzístico, ha trabajado con Wynton Marsalis, Chick Corea, Dave Matthews, Coldplay, Gonzalo Rubalcaba, Chucho Valdés, Djavan, Milton Nascimento, Hermeto Pascoal y Egberto Gismonti.
En la cuenta del C4 Trío, ensamble que va hacia los 20 años de su formación, se trata del álbum 10º desde el homónimo de 2006 y el segundo, Entre manos, ambos producidos por Aquiles Báez y Guataca. También se suma la banda sonora de su DVD Los 10 de C4 y sus trabajos en colaboración con Gualberto Ibarreto, Rafael “Pollo” Brito, Desorden Público y el Tiempo al tiempo que firmaron junto a Luis Enrique y con el que ganaron el Latin Grammy a Mejor Álbum Folclórico en 2019.
Tembla es quizá el álbum menos brasileño de Hamilton De Holanda, y seguro es el menos venezolano en el catálogo de C4. Pero ni el mandolinista ni el ensamble necesitan vestir la canarinha o la vinotinto, respectivamente, para que su música transpire de manera natural las esencias de sus orígenes.