Eddy Marcano y la onda que sigue siendo nueva


Lo nuevo de Eddy Marcano es apenas un comprimido. El EP es una muestra médica de lo que podría hacerse a partir de la vasta obra de Aldemaro. Pero ese plato de cinco bocados tiene el sabor de los manjares que, por su exquisitez, dejan con ganas de más. Un ensamble de músicos diestros en el sonido aldemarístico, los arreglos elegantes de Baden Goyo y la presencia de invitados de lujo prueban que ese género venezolano concebido el siglo pasado no caduca, no vence; es una onda que no deja de ser nueva.    

Onda nueva (2024) incluye “Aragüita”, una de las primeras canciones que el maestro Aldemaro Romero extrajo del folclore para poner en práctica su concepto atrevido que sustituyó los instrumentos del joropo tradicional por piezas de una banda jazzística, con el protagonismo de su piano y de la batería de su aliado, Frank “El Pavo” Hernández

Para “Aragüita”, Marcano, quien conformó un cuarteto base con Baden Goyo en el piano, Juan Pablo Romero en la batería y Freddy Adrián en el contrabajo, encontró una variante tímbrica en el vibráfono de Juan Diego Villalobos.  Y para “El gavilán”, necesitó un cuatrista que pusiera los puntos sobre las íes de ese tema de raíz apureña compuesto por El Indio Figueredo. Por eso llamaron a Héctor Molina (C4 Trío). 

“De repente” es una de las obras más tocadas de Aldemaro. Ha sido interpretada y adaptada en muchas voces y formatos. Es quizá su máximo hit. Marcano necesitaba traer a la mezcla un ingrediente distinto, un shot potente, acaso un giro antológico. Por eso convocó a su amigo Pacho Flores, ganador de premios como el Maurice André, el Philip Jones y el Cittá di Porcia, que reciben ni más ni menos los mejores trompetistas del mundo. Con él, violín y trompeta tomados de la mano, lograron un cover instrumental, con guiños a otros clásicos como “El catire”, que reinterpreta una melodía que habla de la explosión química del enamoramiento. 

“Tema de amor”, un vals que el artista valenciano compuso para la película La epopeya de Bolívar (Alessandro Blasett, 1969), es el oasis intimista de un álbum movido. Además, es el único tema que fue grabado en simultáneo porque requería, más que el resto, la sinergia que sólo permite el encuentro humano. Marcano y Goyo, los dos líderes del proyecto, se reunieron en Nueva York, la misma ciudad a la que un veinteañero Aldemaro llegó en 1952, invitado por Alfredo Sadel como director musical, y donde convenció a los directivos de la RCA Victor de cristalizar una propuesta que al final llevó por nombre Dinner in Caracas (1955).

Aldemaro Romero es uno de los músicos venezolanos más relevantes. Pero esa afirmación no sólo se basa en la belleza de sus composiciones; un gran catálogo de un creador prolífico y brillante, que funciona tanto en el ambiente popular como en el universo de lo sinfónico-académico. Su obra es importante porque, al mismo tiempo, invita a los músicos de nuevas generaciones  a experimentar, a juntar especias, a horadar las sonoridades de raíz buscando otras maneras de expresar al país.

El EP contiene una muestra de esa influencia, una pieza titulada “Vida mía”, composición de Baden Goyo concebida bajo el paraguas aldemarístico. Cuando el autor escribió el arreglo, pensó en Paquito D’Rivera, sin saber que Marcano, en un encuentro en San Diego, le propondría al gran saxofonista y clarinetista cubano, participar en la grabación. El resultado es un banquete sonoro. 

Eddy Marcano (Cabimas, 1965) es un gran violinista y director orquestal margariteño —sí, es margariteño a pesar de haber nacido en el Zulia—. Hijo orgulloso del Sistema de Orquestas, ha sido académico del Conservatorio Simón Bolívar. Paralelamente, ha formado parte de ensambles emblemáticos como Arcano y Onkora y ha trabajado con artistas como Ilan Chester. 

Marcano se ha encargado de ampliar y difundir el repertorio de música venezolana para violín, para lo que ha editado dos volúmenes de Venezuela en violín (2004 y 2006). Ha logrado álbumes como Tarde tinta (2016) y Tangos: Buenos Aires-Caracas (2019). También, presentó en varias ocasiones, en Caracas entre 2016 y 2018, un espectáculo ambicioso que tituló ¡Viva, Aldemaro!, que sirve de antecedente para este nuevo EP editado con apoyo del sello italiano Caligola Records y la producción ejecutiva de María Anneris Carvajal. 

Cuando Aldemaro concibió la onda nueva, lo hizo buscando un sonido venezolano que conquistara a la audiencia extranjera. No quería conformarse con lo folclórico, lo costumbrista. Quería que la música venezolana dialogara con las músicas del mundo y alcanzara el gran escenario internacional. Paradójicamente, décadas después, en pleno Siglo 21 y consecuencia de la diáspora, los músicos venezolanos desperdigados por el mundo encuentran en sus partituras un factor diferenciador, un distintivo venezolano, una bandera tricolor con un arco de estrellas en su franja azul. 


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