Ensamble Sincronía: De Nirgua para el mundo



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Por Angel Ricardo Gomez

Foto: Nicola Rocco

A 253 kilómetros de Caracas queda la ciudad de Nirgua. Ubicada en el estado Yaracuy, Nirgua cuenta en la actualidad con poco más de 77.000 habitantes. Como en otras regiones de Venezuela, allá también llegó el Sistema de Orquestas, el “milagro” de José Antonio Abreu que puso instrumentos musicales en las manos de niños venezolanos y en el fondo, intentó con el arte hacerlos mejores personas. Claro está, había familias como los Santeliz que no necesitaban del “milagro”, pues ya la música ocupaba todos los espacios de sus hogares. Por ejemplo, cuando Salvador comenzó con el violín en el Sistema, ya tocaba cuatro y mandolina con su papá. Sus primos, Vicente y José Santeliz, también venían con algo de casa. Cuando surge el proyecto Alma llanera, brazo tradicional del Sistema, estos jóvenes entran en contacto con el cuatrista Félix Farfán, y luego de distintas formaciones instrumentales, se quedan con la dotación actual de dos instrumentos esencialmente melódicos y dos acompañantes, que eventualmente intercambian roles: mandolina y violín, con cuatro y contrabajo.

Así surge Ensamble Sincronía, que desde el año 2012 viene consolidando un sonido propio, lleno de frescura y sólida personalidad. En el marco de Noches de Guataca, el domingo 10 de noviembre de 2019 parte del trabajo de estos músicos nacidos entre 1994 y 1996, dejó sin aliento a los asistentes. Salvador Hernández en el violin, Jose Santeliz en la mandolina, Vicente Santeliz en el contrabajo y Félix Farfán en el cuatro, conforman esta agrupación que si bien no tiene disco grabado aun, ya tiene en su trayectoria un viaje al Førde Traditional and World Music Festival en Noruega en su edición de 2014.

Tras la acostumbrada presentación de Aquiles Báez, los invitados toman posesión de sus lugares en el Espacio Plural del Trasnocho para iniciar el concierto con un tema propio, Para cuando vuelvas, que arranca con bellos juegos de arpegios entre el violín y la mandolina. Le sigue Mi papagayo del larense Gustavo Carucí. “Estamos sumamente agradecidos y gozosos por haber conseguido un sonido propio”, comenta uno de sus integrantes. De allí en adelante, cada comentario será sobrio, preciso, sin perder el desenfado y a veces la candidez que suele acompañar sus edades. “Estamos nerviosos”, confiesan.


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Aquella mañana la agenda dominical caraqueña está agitada: un concierto de la Estudiantina Universitaria, otro de Mary Olga Rodriguez, un recital de Hanna Kobayashi, y por si fuera poco, una mediamaratón en Las Mercedes. Por eso, los invitados agradecen que los asistentes hayan optado por su propuesta. “Queremos entregar lo mejor de nosotros a ustedes que vinieron a vernos y eso nos hace muy felices”.

Tras el Quitapesares de Carlos Bonet, Sincronía interpreta El juguetón de Simon Camacaro y Andanza, una danza escrita por Salvador, quien al terminar muestra la cara de quien busca aprobación del público y la ha obtenido. Hay satisfacción, hay juego, cada arreglo es lúdico y a la vez formal, respetando matices, aportando lo justo y lo bello.

“En Nirgua hay talento pero no espacios”, lamenta Félix. “Caracas aporta conocimiento, amistades… como la que tuvo Aldemaro Romero con Caracas. Se enamoró tanto de esta ciudad que se dedicaba a recrear experiencias geográficas desde la música”. De Conde a Principal suena y parece el debut, tiene ese aire de primera vez, pues los jóvenes la reinterpretan y la hacen suya. Ocurre lo mismo con Viajera del río de Manuel Yanes, que se crece en la ejecución de este ensamble, donde cada músico tiene muchísimo potencial y virtuosismo, pero es capaz de ceder, desde la humildad, en favor del otro y de la propuesta global. Invitan al público a cantar y muchos siguen la melodía de la canción del autor guayanés.

“Desde los 17 años supe de su gran talento”, cuenta Ana Cecilia Loyo su experiencia con Félix Farfán, quien la invitó a cantar en este concierto. Fue en La Siembra del Cuatro del maestro Cheo Hurtado donde se conocieron cantante y cuatrista. La falconiana agrega: “Si bien no ganó aquel año, para mí siempre ha sido el ganador”. Ya invitada habitual de los distintos grupos y artistas que pasan por Noches de Guataca, Loyo interpreta en este recital un par de canciones, su gaita de furro, Catatumbo, y un Zumba que zumba llanero.


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Aquel viaje a Noruega les dejó a los jóvenes conocimiento, gratas experiencias y amigos. Fue el maestro Eddy Marcano quien los llamó para proponerles participar en la cita internacional y en esa edición de 2014 pudieron lograr un nutrido intercambio cultural con músicos de Perú, país al que viajaron también. Igualmente, conocieron del trabajo del compositor noruego Sverre Indris Joner, quien entre sus tantas composiciones les propuso hacer una inspirada en valses de Antonio Lauro. Así que, tal como lo hicieron hace cinco años, dedicaron al público de Trasnocho Cultural, Valserita, una bonita pieza que es muestra de la universalidad de la música y de la posibilidad del arte de sanar y conectar a las personas.

De Félix Farfán, Volverás está dedicada a su hermano, un joven que como tantos otros, dejó Venezuela para buscar las oportunidades que su país le niega. Cuando se le pregunta a Félix si ha pensado en irse, dice que sí, “y bastante”. A la pregunta, ¿Te irías definitivamente o sólo a estudiar? Hay un silencio y luego responde: “Depende de la circunstancia, pero no quiero”.

Del mandolinista venezolano Andrés Palmar, Ensamble Sincronía interpreta ahora Exodina, una onda nueva que entusiasma al autor, presente en primera fila, y al resto del público. Para cerrar, los chicos interpretan El avispero de Beto Valderrama.

Como ya se hace costumbre en Noches de Guataca, el público pide una canción adicional o bis, y los chicos optan por hacer un Pajarillo que deja caliente el ambiente. Sonrisa, calma, brillo en los ojos. Se les nota auténticamente agradecidos por la oportunidad de mostrar su trabajo en este escenario. Ojalá sea la primera de muchas en Caracas y el mundo.


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