Espumante: La efervescencia sonora de Gustavo Medina, José Núñez y Jorge Torres


Portada de Espumante: Jorge Torres, Gustavo Medina y Jose Tipo Nuñez

Gustavo Medina usa su guitarra como un pincel. De su imaginación y su camaradería con el baterista José Núñez y el mandolinista Jorge Torres, todos formados musicalmente en la Universidad de las Artes de Caracas, surgió Espumante (2022), un álbum que reúne siete episodios cinematográficos construidos a partir de esencias de raíz venezolana encarada desde la libertad y la irreverencia del rock y el jazz.

Quien lo ve con su Stratocaster cremosa, su compañera de muchas batallas, no espera que broten de allí merengues caraqueños, danzas zulianas, golpes de tambores afrovenezolanos. Soy muy pocos los guitarristas eléctricos que pueden pasearse por ritmos de la tradición con tal soltura y, sobre todo, con un estilo tan genuino y propio como el de Medina.

Gustavo Medina (Puerto Ordaz, 1988) ha concebido proyectos diversos —en su mayoría junto a José “Tipo” Núñez—. Tuvo una banda francamente más roquera, cantando y tocando su guitarra, llamada Cosas Pasarán, y más tarde, editó un álbum en el que se presentó como Gus, titulado Pez en la tierra (2020). También ha acompañado a performers como Laura Guevara. Pero había una espinita que el artista necesitaba sacarse del cuerpo y la mente.

Portada del cover de Espumante

Gustavo quería crear algo nuevo a partir de sus experiencias con el folclore, pero, además, quería hacerlo a su manera, sin las obligaciones del purismo. Con esa idea en mente, el músico pintó escenas, ambientes, tensiones y distensiones que desembocaron en Espumante, la banda sonora de siete cortos que no han sido realizados. Siete cortos de los que se crean múltiples versiones en las mentes de la audiencia mientras escucha.

Cada canción partió de una anécdota, una imagen o acaso un sentimiento. Aunque no corresponda a un ritmo oriental, ”Pericantar”, una pieza en la que se sumó el trombón de Joel Martínez, describe la sensación de relajación y gratitud que sintió el compositor en un viaje que hizo a ese pueblito sucrense a orillas del mar. Estar en una edificación construida prácticamente sobre el agua, de la que basta salir por una puerta para zambullirse; los niños jugando, la gente bromeando, la luz penetrante y el vaivén de las olas. Todo eso lo inspiró a dibujar un paisaje abstracto.

”El dealer” lo creó a partir de un personaje que se inventó en Maracaibo. Por eso Núñez combina elementos de la gaita de furro con detalles del golpe tocuyano, todo acentuado por la mandolina de 10 cuerdas del virtuoso Jorge Torres. ”Huayruro”, que procura emular el principio del tambor San Millán muy lentamente, tomó su título del árbol de la peonía, esa semilla rojinegra —bella, pero venenosa— comúnmente usadas por indígenas artesanos para manufacturar collares. Medina ató el vocablo a frases musicales que creó inspirado por escenas selváticas de la laureada película El abrazo de la serpiente (2015).

Construido sobre una base que emula varios tipos de tambores, ”El platero” es un homenaje íntimo y colorido para su gato, que murió. Mientras que ”Cuatro escenas”, el tema que escogieron como primer single, presenta en sí mismo un recorrido por situaciones que describe una curva emocional irregular: De un inicio basado en una suerte de golpe tocuyano, cae en un rock catártico, en el que Núñez descarga su tensión en la caja y los platillos; y tras un silencio, como el de que quien respira profundo, se abre camino un tambor de tarmas vertiginoso y nocturno. 

”Ella se miró”, la última pista, es merengue encubierto, muy sigiloso y ralentizado, tocado con escobillas y delicadeza. Medina imaginó a una mujer que se ve en el espejo y no se reconoce. Que, al mirar su propio rostro invertido, reconsidera su vida y sus decisiones.

Y ”0202”, que es básicamente el año 2020 visto desde un retrovisor, fue su manera de expresar, mientras él mismo las padecía, la angustia del encierro, la incertidumbre y la tristeza que agobiaron a la humanidad en los días más duros de la pandemia por el Covid-19. La esperanza, por si acaso, se asoma tímidamente en los últimos segundos de la pieza.

Medina vive actualmente en Santo Domingo, República Dominicana. José “Tipo” Núñez (Guri, Bolívar, 1988), un docente y baterista versátil, versado en jazz, rock y música tradicional venezolana, reside en Lima, Perú. Y Jorge Torres (Caracas, 1985), ex integrante del ensamble Kapicúa y de la Movida Acústica Urbana, músico que ha colaborado con álbumes ganadores de Latin Grammy tanto de Ilan Chester como de La Vida Bohème, permanece en su ciudad natal.  

Pero en 2018 todos aún vivían en Caracas. Por eso pudieron reunirse con el ingeniero de grabación Ramón Montero en los estudios Velvet el 23 de julio de aquel año para una extenuante jornada de la que resultaron cinco pistas del álbum. A ésas, que se grabaron en simultáneo —como los discos de jazz—, se sumaron otras dos, que Medina y Núñez construyeron a distancia desde santo Domingo y Lima, respectivamente.

Édgar Monroy, fagotista que por causa de una lesión no pudo participar como estaba planeado, terminó aportando la fotografía de portada y conceptualizando, junto a Luciana Quintana, el arte del álbum, cristalizado por el diseñador Carlos Sánchez.

Espumante, el título, que no sólo nombra al álbum sino al ensamble, obedece a cierta efervescencia que despide la música de esta inusual banda sin bajo. Eso —tener una banda como ésta sin bajo— es, en sí mismo, una osadía. Pero no lo es tanto como hacer música venezolana sin tapujos ni ataduras.


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