Por Gerardo Guarache Ocque
¿Estamos listos?, pregunta Gabriel fuera de micrófono. Lo hace ante un DROM vació, pero no del todo. Aunque desde el escenario lo que ve son técnicos, ve a sus propios amigos músicos, al productor Rafa Urbina y a todos los que hacen posible su recital, una maravilla tecnológica permite que más gente, desde Caracas, Miami, Bogotá y otras ciudades del mundo, celebren en simultáneo el bautizo neoyorquino de su álbum New Beginning, cuyo título, sin quererlo, subraya nuestras propias vidas.
“Primera vez que tocó con una verdadera banda en mucho tiempo”, dice Chakarji una vez que se instala frente a su piano. Quizá por eso, como un ejercicio de calistenia después de la pausa, decide viajar a un álbum de 1958 llamado Something Else de Cornette Coleman, del cual escoge un blues, la forma elemental del jazz, llamado Alpha.
Al saxofonista Morgan Guerin, el baterista Ari Hoening y el bajista Edward Pérez, todos con tapabocas, se suman dos compatriotas que Chakarji invita para involucrar al elemento afrovenezolano, especie distintiva de su obra: los percusionista Daniel Prim y Juan Diego Villalobos. Se trata de No me convence, un jazz puesto al fuego en olla rústica en algún lugar de la costa norte de Venezuela. El propio protagonista goza viendo el diálogo entre baterista y percusionistas. Una descarga cosmopolita.
La cantante Carmela Ramírez engalana el lugar —y las pantallas— con su voz. Subraya la melodía de New Danza; la endulza. Tal como lo hizo en la primera pieza, Chakarji recurre a su teclado rojo, un nord que reposa sobre el piano de cola negro. Lo usa especialmente cuando llegan los solos, buscando algo psicodélico, algo fluorescente que recubra el mensaje. Desde la percusión, e incluso desde la mera morfología de la pieza, sigue presente la afrovenezolanidad.
Chakarji va moviendo ladrillos de su castillo a placer. Enredadera, sencillo que lanzó en 2019 —que no incluyó en el álbum—, lo toca a trío con Pérez y Hoening, quien por cierto, ocupa en el recital la butaca de Jongkuk Kim, quien participó en la grabación pero está ausente por causas de fuerza mayor. Enredadera lleva bien puesto su título. Es enrevesada, ordenadamente disparatada, como un cuerpo del que bailan por separado sus piernas, su torso y su cabeza.
Aunque no estén solos, los músicos deben aplaudirse entre ellos. Se ríen, bromean, se retroalimentan. Es un síntoma de estos tiempos. Es el primer live streaming de Guataca, que ha optado por esta fórmula para mantenerse firme en su propósito de apoyar al talento emergente, aproximar al artista a su público.
Carmela Ramírez vuelve al primer plano para New Beginning, la que titula el álbum. Con respecto a la grabación, la aceleran considerablemente. El canto no transporta palabras, sino que viaja de la mano con las melodías que emite Chakarji.
Pasada media hora de recital, Chakarji saca un as de su manga: “Es una sorpresa. No estaba preparado para nada. Quiero invitar al escenario al gran Jorge Glem”. Y sube el cuatrista ilustre, con su sombrero, su mascarilla y sus cuatro cuerdas mágicas, y arranca una improvisación.
Glem se lleva el llano venezolano, adulterado por su ingenio, al East Village de Nueva York. Chakarji interviene, Daniel Prim acentúa el joropo y, juntos, cuatro, piano y maracas, llegan a La quirpa, una canción que hemos escuchado de Reynaldo Armas y de la que Carmela Ramírez suelta los versos: La quirpa nace en el llano, nace en el llano como el potro cimarrón…
Tras el estallido, baja la marea con Melodía de agradecimiento, una canción de Chakarji dedicada a Dios por los favores recibidos. “Debemos estar agradecidos todos los días”, dice. La toca sólo con Guering al saxo y Ramírez con su voz. Despliega su talento, mano izquierda en el teclado y la derecha en el piano acústico, cierra lo ojos, se deja llevar por los sonidos que él mismo, junto a sus colegas, genera.
Para cerrar, Gabriel apunta al principio del álbum. Para Mina/San Millán, necesita al grupo completo. Prim y Villalobos vuelven a la derecha del escenario, a la sección afrovenezolana de la banda. Una vez que este particular septeto se rearma, comienza ese tumbao costeño irresistible que estruja el alma e invita al cuerpo a moverse. Llega una transición y los tambores arrecian, aceleran, como caderas ancestrales. Carmela hace el llamado Loloéeee, candela-fuego, y el DROM de Nueva York, aparentemente vacío, se convierte en un ritual de tambores que sella la primera Guataca Nights de la historia transmitida exclusivamente vía streaming.