
Uno es el Yordano autorrealizado de 2024. Es el ganador del Latin Grammy a la Excelencia Musical, el artista con 19 álbumes a cuestas, el hombre que superó todos los obstáculos para convertirse en lo que es. El otro, el muchacho venezolano de raíz italiana que no sabía muy bien a qué quería dedicarse y que, en 1970, tiempos de hippies y psicodelia, aprovechó el cierre de la Universidad Central de Venezuela para irse a Londres a nutrirse de lo que pasaba en esa orbe de la que venía la mayoría de los LP que escuchaba en Caracas de manera incesante. Entre ambos, se produce un intercambio de misivas que ha cobrado la forma de un álbum, editado bajo el sello Sony Music, titulado Ida y vuelta.
Cada pieza es como una postal transtemporal. Las primeras cinco son una reverencia a sus héroes musicales, a los que se inclina como un aprendiz ante su sensei. De su olimpo, los Rolling Stones son los más presentes. De ellos, adaptó “Juegas con fuego” (“Play With Fire”) y la balada agridulce “Potros salvajes” (“Wild Horses”), en la que se dedicó a incorporar guitarras con tres tipos de afinación, buscando emular, en ese aspecto, la esencia de la grabación original de 1971 de la banda británica. Y aunque “Love in Vain” (“Amor en vano”) es una composición original de la leyenda del delta blues Robert Johnson de 1939, también le llegó a él gracias a Mick Jagger, Keith Richards y compañía.
En todos los casos, aunque las piezas provengan de raíces de blues y rock and roll, cuando pasan por las manos de Yordano, naturalmente, adoptan un carácter mestizo y navegan las aguas del trópico. Todo lo que canta Yordano parece suyo. Quizá cambie las orillas del Mississippi por las olas de una playa caribeña. De pronto no hay bourbon, sino ron. Pero la pena de amor quema las entrañas igual.
“El último tren” (“Downtown Train”), el primer single, es un tema de Tom Waits (1985) que muta hacia una suerte de soul caribeño yordanesco, esa amalgama que arruga el corazón mientras atrae al cuerpo a una pista de baile oscura. El artista, apoyado por su esposa y mánager Yuri Bastidas, hizo acrobacias lingüísticas para adaptar fielmente al castellano la calidad poética de la letra.
Ambientada en Brooklyn, “Downtown Train” ha sido versionada por artistas como Rod Stewart y Bob Seger, pero no se conoce un cover en castellano; y menos con la delicadeza y la fusión de Yordano. Es una canción que legitima aún más el dictamen de la Academia Latina de la Grabación, donde reconoció que el caraqueño nacido en Roma había desarrollado una identidad sonora en la cual “el espíritu del Caribe se combina con secretos de la ciudad”.
Los onmipresentes Beatles también están representados. Yordano escogió, de Revolver (1966), disco clave de los Fab Four, “Por nadie” (“For No One”), un clásico original en la voz de Paul McCartney que pone en palabras de manera precisa el dolor que deja a su paso la primera gran ruptura amorosa.
Del son al blues
Ya en 1999, el cantautor había editado un compacto, Qué lindas son, para rendirle homenaje a una de sus caras, a sus héroes del Caribe; referencias del son, el bolero y la trova. Pero quedaba en su lista de pendientes rendirle tributo a los maestros del universo anglosajón.
Covers de Hendrix, Dylan, Bowie, Prince, temas de la era Motown y hits versionados en muchas ocasiones, como “Stand By Me” (Ben E. King), quedaron entrampados en trámites de permisos. Por eso, Álex Gallardo (Presidente de Sony Music Latin) y Emiliano Vazquez (A&R & Strategic Marketing de Sony Music Latin) insistieron en que el artista, con más de 40 años de carrera, siguiera adelante con el proyecto incorporando obras de su pluma que encajaran en la propuesta.

Atinado, el arte del álbum acentúa el fundido del Yordano de hoy con el de hace medio siglo. Canoso y de lentes oscuros, viste un blazer morado, mismo tono de la chaqueta aterciopelada y bohemia del aventurero, que sonríe desde el pasado entre su barba y su cabello largo, posando recostado de una pared de ladrillos en la ciudad en la que comenzó a buscar su sonido.
Ya Giordano andaba jugando con acordes y versos desde hacía rato, pero fue el último día de su estancia en Inglaterra cuando se armó de valor y subió a la tarima de La Cripta, un bar indie de micrófono abierto incrustado en una antigua iglesia, a tocar un par de canciones que acababa de escribir.
A su vuelta, durante la década de los 70, conformaría proyectos como Ford Rojo 1954 (lo de 1954 era porque ese año corresponde al punto de partida de la fiebre del rock and roll) y, más en serio, Sietecuero, agrupación de la cual decidió rescatar dos temas. “El rostro de la calle” y “Rojo sangre y negro” se juntan en una sola pista, en la que suena la voz de su amiga y colaboradora Trina Medina. El medley refleja la belleza cruda de la poesía callejera por la que ha sido aclamado. También, insistió en pasarle otro barniz a “Sólo ilusión”, una canción que reposó por décadas en una gaveta y cuya primera versión grabada aparece en Después de todo (Sony Music, 2020).
Yordano procuró grabar en simultáneo —y no por partes— el corazón de las canciones para recoger el espíritu de la banda en vivo. Recreó la experiencia en Nueva York con músicos como Ismael Baiz “Maelo”(batería, ingeniería de sonido y mezcla), Dan Martínez (bajo) y Juancho Herrera (guitarra). Y lo hizo en Caracas con Anderson Cordero (bajo), José Luis “Mulatico” González (batería y percusión) y Jomar Daboin (guitarras), músicos formados dentro del Sistema de Orquestas de Venezuela, en el cual también germinó el grupo de coristas que puso sus voces en la obra. El pianista Luis Perdomo hizo una participación especial. También, el percusionista y compañero de mil batallas, Carlos “Nené” Quintero.
Varias piezas inéditas de cosecha reciente alimentaron el repertorio. “Aquí y allá”, una canción con reminiscencias de grupos vocales de los años 50 y guiños a “This Boy” (The Beatles), se la escribió a su hermano Evio di Marzo, asesinado en Caracas en mayo de 2018.
A ésa se sumaron dos temas basados en viejos despechos: “Finales felices” (en colaboración con Yuri Bastidas) y “Alma vacía”, una que, movida por el combustible de la percusión y el color de guitarras acústicas y eléctricas, trajo al presente al Yordano de “Ella se fue”, “Perla negra” y “Manantial de corazón”, el de mediados de los 80, de aquellos días en los que lanzó el LP que fue su antes y después, de cuando la fama tocó su puerta y su voz empezó a tatuarse en la memoria de multitudes.