Los músicos venezolanos suelen dibujar pajarillos que funcionan como autorretratos. El del flautista Omar Acosta, aunque despega desde el corazón del llano —como todos—, se posa en el sur de España para beber algo de la tradición andaluza antes de planear, temerario, por sobre el monumental pasado europeo en el que se fijaron las bases de lo que todo músico con título en mano estudia en conservatorios de Occidente. Los paisajes se van atando unos con otros en un cuadro colorido, libre y universal, como su nuevo álbum.
Un cuarteto acudió a los Mpire Studios de Madrid durante tres días de enero. El invierno madrileño quedó fuera. Puertas adentro, el flautista, acompañado por Miguel Siso (cuatro), Manuel Sánchez Jr. (contrabajo) y Jhonny Kotock (piano y teclados), construyó un refugio caluroso, como la arena de una playa caribeña, hecho de joropo y merengue caraqueño, pero también de son cubano y rumba catalana: fusiones naturales para un artista venezolano que reside desde hace más de 25 años en la península ibérica.
Impronta (Nesso Music, 2024), producido por Siso, pasa en limpio nueve composiciones de Acosta. Ese cuarteto-base grabó en directo, como lo hace la gente grande, garantizando una energía imposible de falsear en una grabación por pistas. A partir de allí, se erigió una obra mestiza y vibrante a la que etiquetar como world music sería vago e insuficiente.
El álbum se potenció con el talento de invitados. Todos enviaron sus partes a distancia, salvo Enrique Bermúdez, guitarrista canario que ha colaborado con grandes personalidades del ambiente flamenco como la Niña Pastori y Diego “El Cigala”. Él participó en una rumba titulada “Jazmín”, donde también colaboró el gran violinista zuliano Alexis Cárdenas. Un trabuco de antología.
La presencia de Kotock, amante de los sintetizadores, le aporta cierto carácter modernista a una propuesta eminentemente folclórica. Por momentos, suena una especie de tecnofolclore, como ocurre en un descanso de “Saltaperico”, en el que las teclas intervienen de un modo sutil en estrofas y coros, dejando pinceladas por aquí y por allá, como quien inserta pequeños elementos animados en un filme con actores de carne y hueso.
Donde más protagónicas se hacen las manos de Kottock es en “El flutero”, título que se vale de un juego de palabras entre flute (flauta) y frutero. Sirve como guiño al tema célebre de Cruz Felipe Iriarte. Incluso, en el concepto, tiene dejos de Un Dos Tres y Fuera, interesantísima agrupación de fusión guatireña de los años 70. El tecladista emula el sonido del clavecín en lo que pareciera la banda sonora un juego de cónsola de 16 bits. En el medio, por cierto, lleva un fragmento de “El negro José” al estilo Aldemaro Romero.
El saxofonista madrileño Jorge Pardo está en “Carmesí”, otra con la que colabora el guitarrista Bermúdez, que representa un interludio taciturno entre piezas movidas. Y después del “Pajarillo”, llega “Nuria”, donde Kotock y Sánchez depositan sendos solos de piano y contrabajo. La flauta va de lo dulce a lo salvaje. La gran virtud de Acosta es administrar las intensidades al servicio del sentimiento. Es un virtuoso en ese aspecto fundamental.
Acosta invitó a un colega flautista que quiere y admira. En “Impronta”, participa el maestro Pedro Eustache, que ha desarrollado una carrera brillante como instrumentista, acompañando a Yanni y hasta a Shakira, grabando con luminarias como Paul McCartney y, sobre todo, trabajando en bandas sonoras de Hollywood. Es un tema vibrante y esperanzador, en el que las dos flautas se entrelazan, dialogan, bailan juntas. Es una delicia sonora.
“Una mañana”, tema ornamentado con loops y realzado por el cuatro sofisticado de Siso, sirve de antesala para tomar aire antes de entrar en “Son como son”, la pieza bailable y soleada que colorea la trompeta del cubano Manuel Machado.
Formado en la Escuela José Ángel Lamas de Caracas y miembro del Sistema de Orquestas desde los 14 años de edad, Omar Acosta (Caracas, 1964) ha sido miembro de la Sinfónica Simón Bolívar y la Sinfónica de Venezuela. Ha sido flautista y director musical del Ballet Nacional de España. Ha compuesto obras en varios formatos, desde pequeños ensambles a orquestas sinfónicas, que son interpretadas internacionalmente con frecuencia. Es autor del primer Concierto para cajón flamenco y orquesta que se conoce. Y a la par de todo eso, nunca ha dejado de escribir material atado a la raíz tradicional de su país.
Impronta, obra grabada por Javier Ustara, mezclada por el también músico Carlos Urribarrí y masterizada por Jesús Jiménez, se suma a un catálogo que va por ocho trabajos, incluidos Venezolada (1992) y Entre dos mundos(2010), éste último grabado junto a su Terraensamble. También están Latitud (2017), hecho en formato de trío; y Entretiempo y tiempo, obra magistral firmada junto al guitarrista argentino Sergio Menem, que obtuvo una nominación a Mejor Álbum Instrumental en los Latin Grammys 2021.