Dariana López convirtió la nostalgia, el dolor y la incertidumbre en belleza. En momentos difíciles, lejos de casa, en soledad y sometida al encierro obligado por una pandemia mundial, la cantante merideña comprendió el poder curativo que tiene la música en su organismo. Ante la adversidad, se reveló la artista que siempre ha habitado dentro de ella. Y de ese descubrimiento nació un álbum.
Por eso canto (2023), debut discográfico que cuenta la historia de una venezolana en París, es un bálsamo que combina esencias de la música venezolana con jazz manouche, folk estadounidense, un shot de bossa, una pizca de Cuba y otra de Argentina. En síntesis, una merengada latinoamericana en contexto francés.
Entendamos esto antes de continuar: Dariana podría concentrarse en cantar y sería más que suficiente. Es una voz cálida; una voz como un abrazo entrañable que huele a almizcle y sabe a miel. Pero también escribe buenas canciones. Y de eso se percató Miguel Siso, virtuoso cuatrista y ganador de Latin Grammy, que debutó como productor llevando sus creaciones a su justo punto de cocción.
La que da título al disco fue la primera que surgió. Basada en gaita de tambora, “Por eso canto” muestra a Dariana mirándose al espejo, recordándose a sí misma por qué hace lo que hace: Canto pa’ aliviar las penas, canto pa’ curarme el alma.
“Volver”, la que cierra la obra, es otra pieza introspectiva que tuvo su origen en el mismo abismo, en la misma búsqueda de luz. El arreglo, que hizo la propia autora, sirve como analogía del proceso de creación del álbum. Va de menos a más. O como a ella misma le gusta verlo: «Es como una semillita que germina y da un árbol frondoso y florido».
“Volver” es la única pista del álbum que, en lugar de contrabajo, lleva un bajo eléctrico fretless. Todos los grabó el mismo músico, el cumanés Manuel Sánchez, multiinstrumentista que además es director orquestal. Él, de paso, se encargó de algunas guitarras y del arreglo para cuarteto de cuerdas que suena en “¿A dónde van?”. Esa pieza, apoyada en sus juegos de voces y polifonías, transmite la sensación de alivio después del llanto. De nuevo, Dariana hace de la lágrima una perla.
Pensando en su abuela, recientemente fallecida, la artista escribió un poema que permaneció en tinta y papel hasta que Miguel Siso lo convirtió en canción. La autora de los versos de “La tejedora de sueños” se sorprendió al percibir cómo el instrumentista, que grabó todos los cuatros del álbum e incluso una guitarra eléctrica, había logrado traducir musicalmente sus estrofas de manera tan fiel, cual Elton a Bernie Taupin.
Sobre una base de merengue caraqueño, con esa síncopa pícara y medio atravesada, se erige “Este corazón”, una pieza dedicada al amor que combina la sazón venezolana representada por el cuatro de Miguel, con la elegancia del jazz, encarnado en las manos del pianista Jhonny Kotock, las del contrabajista Manuel Sánchez y las del baterista —y sus escobillas— de Francis Arnaud, un músico muy conocido en Francia que ha tocado con luminarias como Charles Aznavour.
Hija de trujillana y ecuatoriano, Dariana López (Mérida, 1994) ha cultivado la música desde muy pequeña. El cuatro empezó a estudiarlo desde los 5 años de edad gracias a su mamá. Siempre cantó donde podía. Durante siete años hizo parte de la Cantoría de Mérida. Participó en concursos de canto, festivales de voz liceísta y actividades coordinadas desde la Licenciatura en Música Popular y Jazz de la Universidad de Los Andes. Allí estudiaba Ingeniería Geológica, pero interrumpió su carrera universitaria, en un estado avanzado, por razones de fuerza mayor.
La crisis económica, política y social de Venezuela trajo consigo una epifanía: Dariana lo que realmente quería era dedicarse a la música y al canto. Por eso se fue a Francia en febrero de 2020 a estudiar en el Conservatoire Edgar Varèse de Gennevilliers. Allá comenzó a dar clases de canto popular venezolano en la Asociación Sonar, fundada por el maestro Cristóbal Soto en París, y en el Curso Internacional de Verano de Música Criolla que lleva más de 20 ediciones.
El mismo 2020 conoció a Miguel Siso y a Julien Jean, quienes dirigen la flamante productora Nesso Music, y comenzó la cadena de sucesos afortunados que devino en el lanzamiento del primer single de su álbum, “Déjame contarte”, una declaración de amor con aire de son y trova cubana, cuyo arreglo (del guitarrista Gustavo Medina) convirtió en un estupendo aperitivo. La voz de Dariana dijo presente por segunda vez en “A veces”, composición del argentino Gustavo Ecclesia, grabada a dúo con su autor y con participaciones estelares del gran violinista Alexis Cárdenas y del acordeonista brasileño Luciano Maia. La pieza es una invitación es sonreír. Un postre con la dulzura del verano parisino.
El álbum debut de Dariana, cuyo diseño de arte es obra de Bárbara Sánchez, contó en el estudio con un trío de ingenieros que incluyó a Carolina Santana, cuyo nombre salta a la vista porque es la venezolana que ganó el Oscar en 2021 como parte del equipo que trabajó en el sonido de la película Sound of Metal. También, colaboraron dos ingenieros que suelen aparecer en créditos de trabajos laureados de la música venezolana: Darío Peñaloza (mezcla) y Jesús Jiménez (mastering).
Por eso canto, grabado en Bernadette Studios —en el que curiosamente coincidieron en una de las sesiones con un rodaje de Woody Allen—, se completó con dos homenajes francófonos al lugar del mundo en el cual fue concebido. “Laisse tomber ce que tu penses” (Marius Pibarot), que contó con la intervención del flautista Omar Acosta, es otra invitación, esta vez a batallar los prejuicios y a dejar que la vida nos sorprenda. Y la otra, “La Javanaise”, es un clásico de la chançon française compuesto por Serge Gainsbourg. Dariana y compañía lo llevaron a vals venezolano sin dejar de poner sus pies a orillas del Sena. Para decirlo en francés, la obra entera provoca un coup de cœur. Escucharla es correr el riesgo del gusto inmediato, del estremecimiento del corazón, del amor a primera vista (u oída).