Remigio “Morocho” Fuentes y la teletransportación



Por Gerardo Guarache Ocque

La música de Remigio “Morocho” Fuentes es como un mundo en miniatura. Con él, viajan una cultura, un sonido, años de tradición. Basta escucharlo tocar para transportarse a algún rincón natural de la geografía sucrense, una región venezolana que se jacta públicamente de la hermosura de sus costas caribeñas, pero que preserva para sí sus montañas. Cerca del Pico Turimiquire, uno que supera los 2.500 metros de altura, casi al límite con el estado Monagas y junto a las aguas del Neverí, se crió quien hoy es uno de los grandes exponentes del bandolín, del joropo oriental y de la música de Sucre, protagonista del nuevo lanzamiento de Guataca: Señor Joropo.

Producción del maestro Aquiles Báez, Señor Joropo presenta 11 escenas de una fiesta oriental. Es la banda sonora de una de esas veladas en las que siempre reina la mandolina, un instrumento diseñado para llevar la voz cantante y sobresalir; ubicarse en primer plano, siempre en lo más alto de la ecualización. Por ese brillo es, también, un instrumento para gente muy segura de lo que toca. Instrumentistas precisos, infalibles, serenos. 


Como es costumbre, a Morocho Fuentes lo acompaña otro maestro de su oficio, el cuatrista Alfonzo Moreno, que también lleva en su mano derecha la esencia del golpe tradicional de un joropo que, aunque guarde similitudes como de primos hermanos, es distinto del llanero y del central. Tiene una relación rítmica más estrecha con el mar y su oleaje, y no con los caballos y su galope.

En el estudio, a Fuentes y a Moreno se le sumaron el propio Báez con su guitarra y el contrabajista David “Zancudo” Peña (Ensamble Gurrufío). También participó Tello Aguilera, quien, tal como lo dicta la tradición de este género específico, dejó correr libres las semillas del capacho. Dejar que las maracas se rieguen, en este contexto, no es un pecado, sino un estilo, una virtud, un desparpajo.

La obra se hace pública tras un año en el que Morochito, como le dicen cariñosamente a ese hombre risueño nacido en 1954 en Piedra de Molé, municipio Montes del estado Sucre, que lleva la banda de Patrimonio Cultural Viviente de la Nación, dio conciertos vía streaming, editó un álbum junto a su colega mandolinista y coterráneo Juancito Silva, recibió homenajes como uno que se celebró en el Centro Cultural BOD, en Caracas, y fue invitado a programas de televisión nacional. 

El álbum comienza con cuatro joropos seguidos, cargados de la picardía oriental, del azul del cielo sucrense, su sol brillante y la majestuosidad de su costa; los tres primeros (“Señor Joropo”, “Pardillar” y “La medianoche”), compuestos por el propio Fuentes, y el cuarto, una obra de Pedro Andrade titulada “Playas de San Luis”, en homenaje a la bahía que recibe y despide a quienes llegan o salen de Cumaná desde el centro y occidente.

La fiesta joropera sólo la interrumpen dos temas del repertorio, que además presentan a sendas invitadas. La primera aparece en la pista 5, en la cual debuta la palabra. Es una “Fulía”, con su forma originaria, tal como se canta en los velorios de Cruz de Mayo, pero con letra de Henry Martínez: Brillados del sol de oriente, llegan al fin los peñeros, y alegres los pescadores, canta Betsayda Machado, la voz de la Parranda del Clavo, experta en parrandas mirandinas pero con un sabor que florece en cualquier suelo venezolano. Es una voz que realza el folclore, que lo exalta y lo lustra. Oírla cantar es conectarse con la raíz y su pureza.

La pista de baile se enciende de nuevo con “El yaque” y así la obra retoma su formato instrumental por un rato. La siguen “El guaro”, “Arenas” y “Recordando a Bilongo”, hasta que la “Malagueña” le pone pausa al zapateo para darle volumen al sentimiento y al romance. Quien transmite los versos del cultor margariteño Ibrahim Bracho es Zeneida Rodríguez, cantante que conformó por años el dúo vocal Pomarrosa, aquel experimento folclórico y juvenil de la Fundación Bigott en el que compartía con Marina Bravo: Hoy mis ardores en ti quedaron presos. /Soltemos sus amarras sin testigos, /y hagamos realidad, envueltos en besos, /el dulce sueño que ayer tuve contigo.

Señor Joropo cierra —¡cómo no!— con un joropo del propio Fuentes, sabroso y refrescante como su título: “Papelón con limón”. Un joropito con cadencia andaluza que se parece mucho a estar en un malecón, respirando el aire salado. Se parece mucho a un ritual que defiende la alegría de todo lo que la amenaza.


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