Eliana Cuevas se atrevió a convertir sus frescos en murales. Creó una orquesta desde cero, planteó un concepto que vistiera su esencia venezolana con trajes orquestales de tradición europea y adaptó sus canciones a un formato a gran escala, todo esto junto al multiinstrumentista y arreglista, su cómplice, Jeremy Ledbetter. El resultado, Seré libre (2023), es un paseo sinfónico por el universo íntimo de la artista caraqueña.
La Angel Falls Orchestra —nótese el guiño al salto de agua más alto del mundo— es una agrupación de inspiración venezolana que ellos crearon expresamente para el proyecto en Ontario, Canadá, donde la cantante se estableció desde 1997. La apuesta fue a lo grande, al sueño. Asumieron el reto de una grabación en vivo con video incluido. Los 27 músicos se pusieron al servicio de un puñado de canciones que evocan ecos de una tierra de hispanoparlantes ubicada a más de 3.000 kilómetros al sur. Reunidos en el Richmond Hill Centre for The Performing Arts y frente a la batuta de Ledbetter, arroparon la voz de Eliana como nunca antes.
«Fue la experiencia más emocionante de mi carrera artística», confesó, sobre el día de la grabación, la cantante, que decidió titular el álbum con la primera canción de la lista, “Seré libre”, dedicada especialmente a Venezuela, su maltratado país. Su contenido, que va sobre un tambor de tarmas, puede leerse como un mensaje inspirador, un espaldarazo al prójimo para ayudarlo a enfrentar y superar obstáculos en la vida.
Esa canción la tomó de su álbum Golpes y flores (2017), al igual que “El manantial”, una pieza basada en un sangueo de la Bahía de Cata, estado Aragua, para la que se inspiró en un paseo por el Algonquin Park de Ontario.
Tres temas provienen de un álbum suyo que el año próximo cumplirá 10 años, Espejo (2014). “Nacerá” es una canción colorida y dulce, de esencia caribeña, que la artista dedicó a su padre, Homero Cuevas, fallecido cuando ella era apenas una niña. Habla de la vida después de la vida. “Siempre he sentido que él aún está a mi lado, que su espíritu continúa”, dice la autora, que sonríe cuando la canta, con gracia y soltura en su vestido rojo.
“Lamento” también se relaciona con la muerte, pero en un estado más temprano del duelo. Siempre vive en la memoria, canta Eliana pensando en su abuelo. La letra habla de ese dolor que se enquista en el cuerpo, que no se va nunca pero termina por diluirse, o al menos el doliente acaba por aprender a vivir con él. Musicalmente, la pieza trae a la escena otro tipo de melancolía, otro estado anímico, más de blues.
“Llegó” —también original del disco Espejo— instala en suelo canadiense una fiesta de tambores, una invitación al cuerpo a participar en una celebración del alma. Para la concepción de ese arreglo, que toma elementos de mina y curbata, variante afrovenezolana, contaron con la orientación del maestro Aquiles Báez.
El solo de Ledbetter en un pequeño sintetizador Korg, modulando con el pulgar de su mano izquierda al final de “Llegó”, merece mención aparte porque introduce un elemento moderno ideal dentro de una fusión ya de por sí avanzada. Un sonido que no sabes que es necesario hasta que aparece, y entonces todo tiene sentido. En la grabación, como la hicieron sin público, el silencio es lo que sigue tras el último platillazo. Pero lo que merece realmente es una ovación.
Seré libre, la obra completa, tiene un carácter ceremonial. Hay algo solemne, y por otra parte, elegante, en los arreglos de Ledbetter, que llevan las canciones de Cuevas, joyas que provienen de un lugar muy personal de la artista, a constituir un monumento atemporal, un sitial de culto a la vista —y al oído— de todos. Entre líneas, expone una defensa del ritmo como antídoto para el dolor; una declaración de principios afrocaribeña, que trae consigo el sincretismo, el exotismo y la libertad: el baile y la reflexión no son excluyentes. Tampoco la melancolía y los colores vivos.
Seré libre es el séptimo álbum en la carrera de Eliana Cuevas, una cantautora con más de dos décadas de recorrido, en los que ha obtenido numerosos premios, como el Latin Jazz Artist of the Year en los National Jazz Awards, el reconocimiento a la Best World Music Artist en los Toronto Independent Music Awards y el galardón a la Mejor Artista Solista de World Music en los Canadian Folk Music Awards.
El trabajo previo más reciente de la artista, Curruchá (2021), fue el último que editó en vida el guitarrista, productor y fundador de la plataforma Guataca, Aquiles Báez. Allí, ella interpretó sendas versiones del “Caballo viejo” de Simón Díaz y de “Como llora una estrella”, clásico de Antonio Carrillo que es parte de la banda sonora de la infancia venezolana. Esta vez, no dejó pasar la oportunidad de cantar esas dos con la flamante Angel Falls Orchestra, la agrupación que concibieron a imagen y semejanza de una propuesta que ojalá pueda recorrer teatros y probarse ante una audiencia en directo.