Está lloviendo en Caracas, mucho más de lo que la ciudad está acostumbrada a soportar. La autopista y varias calles han colapsado, y a Marianni López se le ha accidentado su carro. En el teatro, los músicos de su banda ya probaron sonido, y hasta el público está haciendo cola para entrar al concierto, pero ella aún no ha llegado. El vehículo no responde. Pareciera que todo lo que puede salir mal, saldrá mal. Pero ella, en lugar de desplomarse, decide seguir confiando en que el concierto se va a dar y que será un éxito.
Aquiles Báez decía que la música es un acto de fe, y esta edición de Noches de Guataca no sólo es la primera que realizamos tras el fallecimiento de nuestro fundador: también es eso; un verdadero acto de fe. Hay que creer que todo saldrá bien, a pesar del panorama. Marianni logra llegar, hace una última prueba de sonido, y arranca el concierto. El estrés quedó atrás, y es momento de disfrutar.
El recital comienza con “Dulce suspirar”, un tema de su autoría escrito en 5×4, en el que habla abiertamente de su fe cristiana: “Y es que siendo yo tan imperfecta,/ en mí viniste a morar./ Mi corazón te canta,/ Agradeciendo un día más”. No han terminado los aplausos de la primera canción, cuando arranca a cantar “Yellow”, uno de los grandes éxitos de Coldplay.
“¡Buenas noches! Gracias a todos por acompañarnos. Pasaron mil cosas para que pudiera estar hoy en este escenario, pero se logró —dice la cantante—. La siguiente canción se la quiero dedicar a mi esposito, Hans Villota, quien es el pianista de la banda”. Hace entonces “At last”, ese clásico escrito en la década de los 40 por Mack Gordon y Harry Warren, que popularizó Etta James.
Además de Villota, quien también toca la guitarra acústica en algunos temas, a Marianni la acompañan Albert Vargas (teclado), Adonay González (bajo), Aldrin González (batería), Luis Ramírez (guitarra eléctrica) y las voces de Lucero Linares y Caroline Pantoja.
El virtuosismo de López es evidente en cada canción. Su agilidad con los melismas y su calidad interpretativa impresionan a todos en la sala. Queda demostrado por qué hace años se ganó una beca parcial para estudiar en Berklee College of Music y por qué ha pasado por agrupaciones como la Simón Bolívar Big Band Jazz.
“Yo soy muy mala hablando. Soy demasiado informal”, bromea antes de interpretar “De repente”, del maestro Aldemaro Romero, y de hacer una balada del español Marcos Vidal, titulada “Por la vida”.
Siguen tres temas de su primer álbum como solista: “Nada te faltará”, “Always for me” y, la que le da nombre al proyecto discográfico, “Todo estará bien”. “Yo creo que el artista debe ser honesto en el escenario —dice–. Por eso les traje estas canciones que hablan de mi fe en Dios”.
Con “Set Fire to The Rain”, de Adele, da inicio el último bloque del concierto, y el más pop de la noche. Al momento de cantar “Love On Top”, de Beyoncé, hay gente saliendo de las otras salas del Centro Cultural BOD. Varios se quedan en las inmediaciones de los Espacios Abiertos disfrutando y aplaudiendo. “¿Quién es ella, y cuándo se vuelve a presentar?”, preguntan.
Cuando hace “I’m Every Woman”, de Valerie Simpson y Nickolas Ashford (pero famosa en voces como las de Chaka Khan y Whitney Houston), Marianni pone al público de pie para acompañarla con palmas y corear. Finaliza su concierto con “Ain’t Nobody”, de Hawk Wolinski, donde la banda se lanza una buena sesión de jam y virtuosismo. Atrás quedó el estrés que vivió ella y su equipo previo al concierto. Nuevamente, la música, esa fe de la que habló Aquiles en vida, terminó siendo lo más importante en esta noche de Guataca.