Por Eudomar Chacón Hernández
3 de septiembre de 1976: Es de madrugada. El padre Francisco Dolores está en la casa parroquial de Angra do Heroismo, poblado ubicado en la isla Terceira del Archipiélago de las Azores (Portugal). La noche es lluviosa y los vientos de 120 kilómetros por hora de la tormenta Emmy chocan con las casas de este pequeño lugar, que se levanta en pleno Océano Atlántico. Un ruido estrepitoso obliga al párroco a tomar su Volkswagen y averiguar qué ocurrió, pero la visibilidad es casi nula. Luego de unos minutos de recorrido encuentra un bulto ensombrecido casi irreconocible. Al acercarse se da cuenta: es la cola de un avión. Dentro se topa espantado con el cuerpo de un hombre y una mujer. La mano del caballero sostiene un diapasón. Sigue hurgando y consigue una partitura titulada Gloria al bravo pueblo. El cadáver pertenece a Vinicio Adames y el resto de los caídos en esta tragedia son los integrantes del Orfeón Universitario de la UCV.
Se cumple un año más desde que ocurrió este accidente, que dejó de ser un duelo para convertirse en “un canto infinito de paz”, como profesa el himno de la Universidad Central de Venezuela. Sin duda, el legado musical que Vinicio Adames y la agrupación –declarada Patrimonio Artístico de la Nación– han dejado a la música coral, se refleja en el sinnúmero de agrupaciones vocales que hacen vida en el país.
Hablar del uno –Vinicio– sin el otro –Orfeón– no tiene mucho sentido. A los 18 años, el joven Adames dejó su natal Barquisimeto y se mudó a la capital para estudiar odontología en la “Casa que vence la sombra”. Fue allí donde conoció al conjunto que lo marcaría por el resto de su vida: el Orfeón, dirigido en ese momento por Antonio Estévez.
En julio de 1954, luego de una reorganización, Adames se convirtió en el director de la coral. Al año siguiente, logró que la “voz plural más conmovedora” de la casa de estudios viajara al Primer Festival Mundial de Coros Universitarios, realizado en el Lincoln Center de Nueva York (Estados Unidos).
También dirigió la Orquesta de Cámara de la UCV, la Orquesta de Cámara de la Universidad de Carabobo, la Sinfónica de Panamá, la Orquesta de Cámara Metropolitana de Caracas y las corales Shell, del Seguro Social, de la Escuela Industrial, del Instituto Antonio José de Sucre y el Grupo Coral Metropolitano.
La Coral del Banco Central de Venezuela, que posteriormente recibió el nombre de Orfeón Vinicio Adames, también estuvo a su cargo. Con esta agrupación grabó un disco de música popular y folklórica venezolana en 1973.
Oposición en el camino
En 1974, el Orfeón recibió una invitación para estar dos años después en el Día Internacional del Canto Coral, en Barcelona (España). Muchas trabas, principalmente económicas, se presentaron en el camino. Sin embargo, la agrupación consiguió que la Fuerza Aérea Venezolana la apoyara con un avión Hércules para el viaje. Adames estaba de vacaciones con su familia en Miami, pero regresó a Caracas para viajar con los chicos del coro.
Despegaron hasta Las Bermudas, donde la tripulación recargó combustible. Los planes incluían otra parada técnica en las Islas Azores. Pero el clima hizo de las suyas. Al acercarse a Texeira, el piloto se topó con el huracán Emmy y al intentar aterrizar, no hubo manera de comunicarse con el encargado del puesto de control.
No quedó más remedio que maniobrar la nave para aterrizar… pero la estrategia no fue suficiente. El avión colisionó a doscientos metros de la pista del Aeropuerto de Lages, llevándose la vida de sus 68 ocupantes. Y conscientes de que iban a morir, los integrantes del coro decidieron homenajear a su tierra natal, entonando el Himno Nacional, tal como lo registró la caja negra del aparato.
Cuatro décadas después de este fatídico evento, puede escucharse al Patrimonio Artístico de la Nación honrando la vida de estos caídos:
Adiós, adiós, maripositas blancas
Adiós maripositas amarillas
Que salen a gozar de la mañana
Puede que los cuerpos de Vinicio Adames y de los coristas ya no estén, pero sus memorias siguen presentes en cada agrupación coral. Esto se comprueba en la proliferación de conjuntos vocales que surgieron después del 3 de septiembre. El canto coral pasó a convertirse en una expresión casi obligatoria de la música en el país. Por eso, cada vez que se cumple un aniversario de la tragedia de las Azores, se recuerda con orgullo el legado que estos grandes dejaron al arte venezolano.