Por Eudomar Chacón
Razón tenía la señora Ida Cira González cuando decía que el cuarto de sus hijos varones vino al mundo “enmantilla’o”. A su muchacho, Ricardo Aguirre, que creció rodeado de cantantes e instrumentistas, sumergido en música desde la cuna y envuelto en cultura zuliana, le bastaron 30 años de vida para dejar su huella en la historia y ser para siempre, tal como lo bautizaría el abogado y crítico gaitero Octavio Urdaneta, “El monumental”.
Madre mía, si el gobierno no ayuda al pueblo zuliano, tendréis que meter la mano y mandarlo pa’l infierno. Los versos de Aguirre trascienden su época y sus circunstancias y son una constante en la fiesta navideña venezolana. No sólo persiste en el cancionero decembrino del país su himno, La Grey zuliana, a través del cual clama a la Virgen de La Chinita por su intervención divina. También suenan Maracaibo marginada, La pica pica, Gloria de un parrandón, Poema gaitero, Gaita del 65 y muchas otras.
Ricardo José Aguirre González, cuyo rostro con lentes de pasta se convirtió en ícono de la gaita zuliana, nació el 9 de mayo de 1939 en el seno de una familia muy musical. Sus abuelas Hermelinda González y Dolores Aguirre entonaban valses, tangos y boleros. Pancho Landaeta, su abuelo, cantaba en retretas. Sus padres amaban la música y todos sus tíos tocaban el cuatro. En los patios de la barriada Santa Lucía, donde creció, se oían valses, bambucos, danzas y contradanzas. Todo eso impregnaría la crianza de Ricardo y de su hermano Renato Aguirre, también artista insigne.
El aporte de Aguirre desde la enseñanza es otra arista de su biografía. Cuenta el cronista Miguel Ordóñez, autor del libro Ricardo Aguirre, El Monumental, que Ida Cira, su madre, motivada por un anuncio de prensa del Ministerio de Educación, hizo las gestiones para que a su hijo lo aceptaran en la Escuela Normal Gervasio Rubio, de donde egresó como maestro en 1958, a sus 19 años de edad. En paralelo a su trabajo docente, se consagró como locutor de radio. Su tiempo se dividía entre las aulas de clase, la radio y el universo por el que sería conocido en todo el país y por el que hoy lo seguimos recordando: la gaita.
Aguirre integró las agrupaciones Cardenales del éxito y Saladillo, con las que grabó esos éxitos en los que le cantó a Maracaibo, su ciudad, y a su gente; en los que abordó sus angustias, elevó su voz de protesta contra las injusticias y por los que, incluso, sufrió persecución y hostigamiento político: era militante del partido Copei, lo cual lo hizo blanco del gobierno del adeco Raúl Leoni, y en esa etapa terminó desempleado justo cuando su esposa, Teresita, daba a luz a la segunda de sus cuatro hijos.
En esos tiempos difíciles le dijeron que renunciara a su partido y le propusieron que compusiera una gaita para Acción Democrática, a lo que se negó: “Dijo ¡No! –recordaba Teresita en una entrevista que concedió al diario Panorama–. “Él ya había sido adeco y se decepcionó de ellos”. Pasada la turbulencia, ya en tiempos de Rafael Caldera, rechazó una designación como supervisor del Distrito Escolar Maracaibo para ejercer labores de coordinadoción educativa en los municipios Mara y Páez.
La mañana del 8 de noviembre de 1969, durante el mes de la Virgen, Maracaibo despertó conmocionada. Había llovido en la madrugada y Aguirre sufrió un accidente fatal en su vehículo. La despedida fue multitudinaria. La tristeza arropó esa y otras Navidades en su tierra que hoy sigue coreando a todo pulmón: La grey zuliana, cual rosario popular/ de rodillas va a implorar a su patrona/ y una montaña de oraciones quiere dar/ esta gaita magistral que el Saladillo la entona.