Por Gerardo Guarache Ocque
Hablar con Ricardo Cepeda es entrar en contacto directo con la historia de la gaita zuliana tradicional, uno de los ritmos que sirve de banda sonora a la fiesta navideña venezolana, ahora extendida por el mundo en tiempos de una diáspora dramática.
En Minneapolis la temperatura está en -17 centígrados, unos 47 por debajo de lo que un termómetro de ambiente marcaría en Maracaibo. Unos 500 venezolanos se reúnen en el Rosemount Community Center de esa ciudad del extremo norte de Estados Unidos, cerca de la frontera con Canadá, para acercarse al calor de su tierra a través de la música. En minutos, Cepeda, ese al que el gaitólogo insigne Octavio Urdaneta apodó El Colosal, será protagonista de un maratón de gaitas producido por Guataca.
La familia, la gaita, la Chinita y el Zulia son sus constantes. Sueña con volver a Maracaibo. De sus palabras se desprende la letra de “Mi nostalgia”, una de las canciones que justo después de esta charla, todos corearan con sentimiento porque su contenido ha cobrado más fuerza en esta época de distancias: Maracaibo, tierra amada/ desde que de ti salí/ a cada instante te añoro. / Me paso el tiempo/ pensando en ti.
—¿Cómo ve el hecho de que la música se convierta en un punto de encuentro entre venezolanos que están lejos de casa, y que, en específico, la gaita sea el elemento fundamental de la fiesta navideña venezolana?
—Yo mezclo eso con lo espiritual. Nosotros teníamos muchas ganas de que la gaita se proyectara a todo el país y en el ámbito internacional, y buscábamos una temática que nos permitiera eso. Se discutía si la gaita podía ser tal cual como la cantábamos o si se enfilaba mejor al tema del amor, y fíjense ustedes, que caló como es, pero es debido a la crisis. Nos hemos visto obligados a emigrar, entonces nos reunimos entre nosotros y formamos grupos de gaita. Hay otros muchachos que hacen música criolla muy representativa, pero la gaita sobresale, brinda espectáculo. Ahora se toca en todas partes donde existan venezolanos. Por supuesto, la Virgen de la Chiquinquirá es una de las grandes protagonistas porque nos inspira.
—Son muchos años de trabajo, pero, si pudiera enmarcar 2 ó 3 momentos de su carrera artística, ¿cuáles serían?
—Uno, cuando entré a los Cardenales del Éxito la primera vez. Recuerdo echarle el cuento a mi mamá y a mi papá: ‘¡Entré a los Cardenales! Y ellos me decían: ‘Muchacho, andá a acosta’te! (risas). No me creían porque pertenecer a los Cardenales del Éxito era como llegar a universidad y graduarse. Era el conjunto más representativo entonces. Otro momento que siempre es importante es cuando le voy a cantar a la Virgen. Es algo trascendental, de mucha inspiración, de mucho sentir, porque es algo inexplicable cuando uno le está cantando a la Virgen. Uno quiere decirle muchas cosas, pero las lágrimas afloran y uno no se puede contener. Y lo tercero sería esto que nos está sucediendo, casualmente, cuando uno se presenta en escenarios diferentes, que son distintos a lo que estábamos acostumbrados. Nosotros íbamos por todo el territorio nacional y esporádicamente podíamos tocar fuera de Venezuela. Presentarse en Nueva York apenas lo habíamos soñado, pero no se había cumplido. Ahora lo hacemos con regularidad. Jamás pensé venir a Minneapolis a tocar gaitas.
—¿Cuál es la historia detrás del apodo “El Colosal”?
—Eso fue obra de un señor, un abogado, un doctor llamado Octavio Urdaneta, que tenía un programa radial de gaitas. Cuando iban llegando los diferentes conjuntos y sus propuestas, él hacía como una clasificación y, a la vez, una calificación. A las canciones muy buenas les ponía tres cruces. Con los años se convirtió en una autoridad dentro de la gaita. El hombre sabía de gaitas y componía y todo. A los solistas sobresalientes les iba dando una especie de apelativo para distinguirlos. A Ricardo Aguirre lo nombró El Monumental, a Enrique Botero lo llamó El Fabuloso, a Astolfo Romero lo llamó El Espectacular y a mí, en un momento dado, me llamó El colosal. Octavio Urdaneta es un personaje de mucha relevancia para nosotros.
—¿Cómo comenzó su dupla con Renato Aguirre?
—Nosotros comenzamos desde muy jóvenes. Él era el cuatrista del Monumental y de la familia Aguirre. Ricardo Aguirre le dice un día que no puede ir a dar un concierto de Cardenales porque tenía clase y estaba muy ocupado y le pide a Renato que vaya a tocar el cuatro ese día. Otro grande de la gaita tocaba el cuatro, que era Luis Ferrer. Los cuatristas de Cardenales, en sus inicios, eran Ricardo Aguirre y Luis Ferrer. Y Luis Ferrer fue el primer director musical que tuvo Cardenales del Éxito. Y bueno, cuando Renato llegó hacerle la suplencia ellos quedaron encantados con su forma de tocar. Era sangre joven, con más conocimientos musicales, y desde allí nombraron Renato primer cuatrista de Cardenales. Además, él venía cargado de esa musa gaitera y empezó a componer al lado de Jairo Gil, muy jóvenes los dos, gaitas muy famosas como “Reina morena”. Pero cuando se muere Ricardo Aguirre, yo entro inmediatamente. Él muere en el 69 y yo entro en el 70. Douglas Soto habla con Renato para que mande una gaita, y la primera que me manda Renato era de Aleluya. Fue la primera gaita que yo le grabé a Renato. Estaba programada para que la grabara El Monumental, pero no se pudo. Me tocó a mí. De allí comenzó la yunta de Renato y este servidor por muchos años.
—Ahora está en Minneapolis, al norte de Estados Unidos, y cantará una fiesta de gaita zuliana, pero ¿cómo sería su concierto ideal en este momento?
—Tengo mucho tiempo sin ir a Maracaibo. Lo ideal sería regresar, encontrarme con mis seres queridos y allí podría hacer mi mejor concierto, el concierto de mi vida. Llegar a Venezuela en compañía de mi esposa, reencontrarme con esa gente con la que compartí desde que nací, me parece algo lindo.